Mis Diez Años
con el Padre
Hernán Pérez
Etchepare
Me lo presentó una amiga de ambos. Estaba sentado en su oficina, detrás del escritorio. Una oficina
llena de libros, papeles, íconos, cuadros..... Todo revuelto. Me gustó su
acogida, campechano, abierto, joven, risueño. Con los años aprendí que recibía
a todo el mundo de la misma manera. Se habló poco en esa reunión, estaba
apurado. Cuando se enteró que tenía algunos poemas escritos me invitó a
mandárselos: “Si me gustan, dijo, te los publico en la Liturgia”. Y así fue.
Gracias a él yo comencé a escribir más seguido y a estudiar Literatura.
Pocos meses después, lo encontré en la casa
de las Paulinas. Era el cumpleaños de la Hermana Virginia Élida Romero, su
íntima amiga y también, con el tiempo, mía. Celebró misa y pasamos al lunch. Me
atreví a acercarme y hablarle, sólo nos tratábamos por e-mail. Cuando me di a
conocer me comentó que mis poemas le gustaban. Eran sencillos y hablaban de la
vida me dijo. También habló de que tenía muchísimo trabajo. En un impulso que
vino desde dentro, me ofrecí a ayudarlo. Me miró seriamente y preguntó: ¿En
serio lo decís?. Asentí con la cabeza. “Llamame mañana” y saludando se retiró.
Así comenzó nuestra relación laboral. El Padre me dio muchos libros y yo tenía
la misión de elegir de entre ellos y de los que le llegaban por correo, los
poemas para la Liturgia Cotidiana. Cierto día se me ocurrió decirle ¿Por qué no
les ponés los e-mail bajo el nombre? Y aquí comenzó el intercambio entre los
poetas y mi persona. Empecé a conocer sus problemas y dificultades y terminé
amándolos. Todos teníamos el mismo problema: Nadie a nuestro alrededor nos daba
importancia y nos sentíamos solos en la dificultosa y a la vez amada tarea de escribir.
Lo charlé con Hernán. Me miró fijo y me dijo: “Vamos a armar un concurso de
alcance nacional y también me gustaría abrir un Café Literario y que vos lo
conduzcas. "¿Qué te parece?” “ay, Hernán, yo organizaba eventos y Congresos médicos. No sé nada de Cafés
Literarios” “Averigualo”, dijo y dio por
terminado el tema.
¡Tengo tanto
para contar! Pero voy a abreviar: en Junio del año 2007 dio comienzo el “Café del Abrazo Literario”, primer café
católico del país.
El Padre Hernán hacía muchísimas cosas:
Director de la Liturgia Cotidiana y de la Hojita del Domingo de Editorial San
Pablo, Pastoral carcelaria, Pueblos originarios, Diálogo ciudadano e
Interreligioso etc., pero sin duda su pasión mayor, porque lo llevaba en el
alma, era la poesía. El Café Literario y sus poetas eran su pasión.
Paradójicamente, cuando falleció y salió su historial, en ningún lugar se
mencionó esto, pero yo doy fe que fue así.
Pasaron diez años desde el primer día que
lo vi. En este lapso llegué a conocerlo a fondo y él a mí. Nos mirábamos y ya
sabíamos lo que queríamos decirnos ¡ y nos reíamos, vaya si nos reíamos!. Él
era pura simpatía. Risueñamente me llamaba Sor Leonor, porque encontró parecido
entre Sor Leonor Maturana y yo y decidió bautizarme. Pero también tuvimos nuestras
peleítas, naturales en toda relación humana. Sobre todo cuando me decía
“Llamame” y era imposible encontrarlo. O el día de un Café de Diciembre del
2008, que no avisó y se fue a dormir la siesta y no podíamos encontrarlo por
ningún lado y la gente se impacientaba porque no empezábamos. Cosas como esta
hubo cientos, pero era imposible estar enojada mucho tiempo. Él hablaba de que
el AMOOOR (textual) perdona todo y con cualquier monería hacía olvidar el mal
momento.
En Septiembre del 2011 me llamó y me
comentó su grave mal y que lo iban a operar. Sentí como que una mano me
apretaba el corazón, pero no me puse a llorar porque entre nosotros solo hubo
alegría y no quería entristecerlo más de lo que estaba, sobre todo porque había
tenido que suspender su viaje tan soñado: “El camino de San Pablo”
Desde este momento fue un ida y vuelta de
comunicaciones, dado que los dos estuvimos internados en diciembre al mismo
tiempo y por las noches, cuando nos quedábamos solos cada uno desde su lugar de
dolor, nos mandábamos mensajes. Cuando nos despedíamos yo siempre le decía: “Te
mando el ángel”, y una noche en que se ve que sus dolores eran superiores a sus
fuerzas, me dijo, mandame todas las Jerarquías.
A principios de Enero del 2012, fui a
visitarlo. Sentados en su preciosa terraza, mezcla de jardín y vivero,
recordamos mil cosas y nos reímos de otras mil. En ningún momento tocamos el
tema de su salud. Cuando me iba me dijo: “Llevate una planta” Nunca en diez
años me había ofrecido ninguna. Sentí dentro de mí que era su despedida.
Sabiendo como las adoraba le dije: “No Padrecito, otro día”, pero él eligió
tres y me las regaló. Cuando me estaba yendo, me abrazó y me dijo: “Sos una
buena mina”. Esta última frase y sus plantas fueron todo su legado a mis diez
años a su lado.
Dios me hizo el obsequio de conocer y
trabajar junto al Padre Hernán. Nunca podré agradecerle semejante regalo. No
quiero llorarlo, prefiero recordarlo haciendo el Camino de San Pablo y pensar
que, en algún momento, en algún punto, nos vamos a encontrar nuevamente.
Elsa Lorences de Llaneza
Gracias Eva por compartir el relato de mis diez años junto al Padre Hernán Pérez Etchepare. con esto cierro mi vida junto a él pero no mis recuerdos que seguirán flotando en mi alma. Bendiciones amiga.
ResponderEliminarElsa Lorences de Llaneza