Por: Omar
Árcega E.
Es inevitable
hablar sobre un acontecimiento que tenía 600 años sin ocurrir. Después de siete
años y 10 meses el líder de la
Iglesia católica, Benedicto XVI, decide renunciar al cargo de
Papa, algo pocas veces visto en la historia del occidente cristiano, un
movimiento de esta naturaleza impactará el desarrollo y dinámicas del
catolicismo e indirectamente repercutirá en las naciones donde éste tiene
presencia, es decir en prácticamente todo el mundo.
El pontificado
de Benedicto XVI es uno de los más impresionantes de los últimos 50 años, pues
en relativamente poco tiempo transformó dinámicas institucionales, generó una
serie de reformas políticas-administrativas y planteó la posibilidad de que el
alto clero muestre un rostro más humano.
Camino de
purificación
Al hablar de
cambio de dinámicas nos referiremos al multiconocido caso de la pederastia. En
lugar de optar por una política de encubrimiento, decidió destapar la coladera,
no le tembló la mano al tratar públicamente con dureza a varios obispos
irlandeses, norteamericanos e ingleses que habían sido cómplices silenciosos,
del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel expresó que era un
individuo “sin escrúpulos y sin verdadero sentimiento religioso” y le ordenó
abandonar la dirección de esa congregación y le prohibió apariciones públicas.
En más de una
ocasión pidió disculpas públicas por estas terribles conductas de ministros
consagrados; con la finalidad de que hechos de esta naturaleza no se repitieran
mandó una serie de disposiciones que deben cumplir todos los seminarios del
mundo, las cuales van encaminadas a que durante los procesos formativos se
tenga la capacidad de descubrir si los candidatos a sacerdotes presentan
condiciones para desarrollar conductas desviadas en un futuro y si es así,
expulsarlos inmediatamente, en estos lineamientos también se obliga a que los
obispos denuncien a las autoridades civiles a los sacerdotes que presenten este
tipo de conductas. Pero no sólo se avocó a castigar a los culpables, también
tuvo gestos con las víctimas, en diversas partes del mundo se reunió con ellos,
los escuchó y los testigos de dichos encuentros confiaron a la prensa que salía
de ellos visiblemente conmovido y con lágrimas en los ojos.
Eficiencia y
transparencia
Inició una
reforma administrativa en las secretarías del Vaticano, prácticamente la prensa
no habló sobre el tema. Pero la reingenería que hizo tuvo la finalidad no sólo
de eficientar la toma de decisiones, sino sobre todo de hacerla más
transparente y menos discrecional. Fruto de estos cambios, se mostró cómo se
beneficiaban a ciertos proveedores aunque los precios que ofrecían eran
desproporcionadamente mayores al mercado; estas prácticas están siendo ya
atacadas y se empieza a reportar una disminución en los gastos del Vaticano. En
este sentido no dudó en hacer reformas al banco Vaticano para hacerlo más
transparente y desterrar cualquier posibilidad de que fuera usado para lavar
recursos mal habidos.
Cuidado de la
tierra
Aunque el tema
de la ecología no es nuevo para el catolicismo, Benedicto XVI decidió dar un
impulso decidido al cuidado de la naturaleza, por ello publicó la encíclica “Caritas
in veritate”, en donde recuerda a los católicos que es su deber cuidar y
proteger a la creación, es decir a la naturaleza y que todo acto en contra de
ella, es un acto contra el bienestar de la propia humanidad. En este mismo
escrito y en otros más señala las prácticas económicas injustas que ocasionan
las crisis globales y enumera algunas distorsiones del desarrollo: una
actividad financiera “en buena parte especulativa”, los flujos migratorios
“frecuentemente provocados y después no gestionados adecuadamente o la
explotación sin reglas de los recursos de la tierra”. En el mismo sentido
expresa: “La economía tiene necesidad de la ética para su correcto
funcionamiento; no de cualquier ética sino de una ética amiga de la persona”.
La misma centralidad de la persona debe ser el principio guía “en las
intervenciones para el desarrollo” de la cooperación internacional”.
La sorpresa
Tras estas
acciones de denuncia o transformación, Benedicto XVI reconoce una falta de
vigor para continuarlas. Habrá quienes digan que le faltó mucho por hacer, y es
verdad, pero la vejez no perdona. Ahora la Iglesia está en una encrucijada, optar por un
Papa que continúe con las reformas de Benedicto XVI o uno que las sepulte. Como
toda organización formada por hombres está sujeta a las miserias y egoísmos de
quienes las forman, pero también reconocemos que tiene dos mil años de vida y
ha visto morir y nacer imperios, lo que nos habla de su capacidad de entender
el “espíritu del tiempo” sin traicionar sus principios. Sólo queda esperar
quién será el sucesor, y dado que la
Iglesia tiene influencia sobre millones de personas esperemos
que sea otro hombre valiente y buscador de la verdad.
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