19/12/19

MARÍA CRISTINA MARTÍNEZ:
PREMIO NACIONAL
"MARÍA ISABEL PLORUTTI"
DE CUENTOS Y RELATOS PARA NIÑOS



CAMILO, EL PERRITO VALIENTE
Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Camilo era un perrito muy querido en todo el barrio, porque era amoroso y solidario.
Todas las mañanas, acompañaba a la abuela Ofelia hasta la panadería, para ayudarla a cruzar la calle, ya que no veía muy bien.
¡Guau, guau! – Ladraba para prevenir a algún ciclista distraído que no advertía la presencia de la viejecita.
Ella le agradecía haciéndole una caricia en la cabeza y Camilo le retribuía con una enorme sonrisa.
Por la tarde, pasaba por la veterinaria del doctor Martín, a visitar a los animalitos que estaban internados, para hacerles compañía. Se sentaba al lado de sus caniles y apoyaba tiernamente su patita en la de ellos, para que no se sintieran solos.
Al volver, hacía una parada en el cuartel de bomberos y miraba con admiración a esos hombres que a diario arriesgaban sus vidas por los demás.
El jefe lo invitaba a subir a la autobomba y le ofrecía una rodaja de morcilla, su comida favorita. Camilo soñaba con poder ser un valiente bombero, algún día. Pero muy en su interior, él sabía que los perros elegidos para formar parte del cuartel, eran perros de raza grande, y él, era un simpático cocker, blanco, con orejas y manchas color chocolate. De todos modos, él seguiría soñando con ser bombero, porque sabía, que si uno sueña y se esfuerza por cumplir esos sueños, muchas veces se realizan.
Por la noche se sentaba en el marco de la ventana de su casa junto a Uriel, el gato pelirrojo, y ambos recibían los mimos de todos los integrantes de la familia.
Aquel mediodía, el barrio se alborotó con las sirenas del camión de bomberos, que se dirigía velozmente hacia el edificio de la esquina.
Camilo rascó la puerta para que sus dueños le abrieran y corrió rápidamente, para ver si podía ayudar.
Saltó alrededor del bombero que sostenía la manguera, ofreciendo su ayuda, pero todos estaban muy ocupados entrando y saliendo para rescatar a los vecinos que habían quedado atrapados entre las llamas.
Ya está.Dijo el jefe de bomberos. Sacamos al último. No queda nadie adentro.

Camilo corrió, y sus orejitas flamearon como alas de mariposa. Más de cerca, escuchó el gemido de un cachorro.
Sin pedir permiso, se coló entre algunas maderas aún humeantes y corrió por la escalera hacia el segundo piso. Empujó la puerta del departamento y vió a un cachorrito peludo blanco y beige, escondido debajo de una cama. Lloraba asustado.
¡Guau, guau!- ladró, Camilo, para avisarle que pronto estaría a salvo. Metió su hocico hasta donde estaba y lo tomó por la nuca, como solía hacer su mamá con él, y lo rescató.
Cuando salió con el perrito en la boca, todos los que estaban afuera del edificio lo aplaudieron, por su valentía. El cachorrito le agradeció con muchas lamidas.
Los papás humanos de Camilo lo felicitaron con abrazos, besos y golosinas para perro.
Al día siguiente, el jefe del cuartel colgó una medalla de su collar, que decía:
“A Camilo, valiente bombero voluntario”. Y él sonrió feliz, porque su mayor anhelo  se había cumplido.
Desde entonces, acostumbra a llevar su oreja derecha levantada, por si alguien está en peligro y necesita la ayuda de un valiente bombero voluntario, de patas cortas y orejas largas.



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