25/5/13

BUENAS TARDES, LIBERTADOR


El lunes 22 de abril, salí a pocos minutos de las cuatro de la mañana, de la casa de "la Señorita Elba", el hada madrina de mis muchos nacimientos para tomar el vuelo que me llevaría a Santiago de Chile, y luego de una escala de casi cinco horas, desembarcar en Lima, República de Perú.
-Vas con el Arcángel Miguel, además de tu ángel de la guarda- me dijo mi amiga con esa voz tierna que tanta paz me dio en este más de medio siglo que nos conocemos.
Y así fue. Todo salió bien a pesar de mi poca experiencia en viajes al exterior y tantos inconveniente con el cambio que a modo de "cepo" nos han puesto a los argentinos últimamente.
En la espera pensé mucho en los motivos de este viaje y sin querer me encontré pensando en el General San Martín. Salvando las distancias yo estaba siguiendo parte de su ruta libertadora, llevando el gozo de estar en el Mes de las Letras Peruanas, con una agenda providencial.
Recordé, estando en el aeropuerto chileno, mi tiempo de becaria en la Pontificia Universidad Católica de Chile, donde fuí preparada en Comunicación para la Pastoral, volviendo a mi país con un proyecto calificado con honores: Formación técnica y doctrinal de Comunicadores.  Recordé uno por uno los rostros de los compañeros, de los profesores, de los caseros que nos alojaron, los momentos de "saudades" y los muchos de alegría, trabajo y responsabilidad.
Vino a mi memoria el nacimiento de Belén, el precioso tesoro que inició la tercera generación de mi familia y que me convirtió en "la abuelita del Celam"...
Ahora iba con una misión cultural enmarcada en mi labor de evangelizadora de la cultura. ¿Sería capaz de estar a la altura de las circunstancias? Como respuesta las palabras del Señor me anunciaban diosidades que ni siquiera imaginé: "Si me eres fiel en lo poco, en lo mucho te pondré".
Y llegué a Lima recibida por un ángel: la doctora Rita Bustamante. Nos conocimos enseguida a pesar de que sólo habíamos intercambiado fotos de nuestros perfiles de facebook. Me asesoró para cambiar mis dólares por soles para poder manejarme en los días que duraría mi visita. Gracias a ella no fui víctima de la "viveza" que no solamente es criolla.
Caminamos por la peatonal y visitamos la antiquísima iglesia de Nuestra Señora de la Merced. Siglos de oraciones en esas paredes austera con bellísimos altares que aquí ya no tenemos conmovieron mi alma. Y mis oraciones acompañando con una moneda el encendido electrónico de las velas. Por mis cuatro hijos y por el compañero de mis días.
Y luego un paso por la plaza principal, donde el monumento al General San Martín se me presentó como un símbolo de nuestra hermandad.
-Buenas tardes, Libertador- dije en el silencio de mi corazón. ¡Qué bueno es estar aquí, como en casa!


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