3/5/17

PREMIO NACIONAL MARÍA ISABEL PLORUTTI


A LA VERA DEL ARROYO DE LA CHINA



En la Salamanca, un lugar rodeado de una laguna cerrada y de rocosas cavernas nos escapábamos con los amigos del barrio a tomar mate, a pescar y muchos a abrazar su primera novia.
La pesca era el entretenimiento favorito, en dos horas nos hacíamos de muchas mojarras que luego cocinábamos y comíamos con galletas. Mis amigas más enamoradizas llevaban sus novios. Los arrumacos, los besos estallaban nuestra inocencia. En este lugar natural, no había lugar para la tristeza. Todos éramos felices.
Esa felicidad duraba mientras duraban las horas de sol. ¡Que no llegue la noche y no estemos en casa!
A la noche sucedían hechos extraños que asustaban a los jóvenes y aún a los más ancianos, de este encantador lugar en horas de sol, un brazo del Arroyo de la China las estrellas eran las únicas testigos.
Cuenta la leyenda que de la laguna aparecía una novia con su vestido blanco rasgado uniéndose al nocturno baile de los condenados, los perdidos, los poseídos e invitaba a los novios nocturnos a introducirse en las aguas. Al otro día aparecían ahogados entre las rocas donde solíamos pescar. Nunca supe si era mito o realidad. El miedo a la noche a orillas de la laguna era lo único cierto.
Volvía el día, salía el sol y nosotros, los amigos de siempre volvíamos, con unas varas de pescar hechas con una caña tacuara, un hilo y un anzuelo que comprábamos de paso a Don Juan Romero. Los novios cambiaban, mis amigas enamoradizas nunca aceptaban la bendita prueba de amor que los muchachos insistían.
Conseguir las lombrices era toda una odisea. En casa, el patio era de baldosas, ni una lombriz se encontraba. Cuando mamá se iba a dormir la siesta, agarraba la pala y me iba al campito al lado de las vías del ferrocarril. Allí las lombrices eran gigantes y regordetas. Era la encargada de recolectar los benditos cebos para las mojarras. Las ubicaba en un tarro que cuidaba como un tesoro, pues era el único que había en la casa y nos duraban casi para un mes.
Una vez terminada esta tarea, junto a mi hermana preparábamos el mate y salíamos a juntarnos con la amiga del frente, la de al lado de casa y así íbamos sumando los chicos del barrio para la caminata hacia la Salamanca ese lugar de magia y amistad de nuestra adolescencia.

Beatriz Valerio
Campana, provincia de Buenos Aires


No hay comentarios:

Publicar un comentario