Un nuevo noviembre nos trae recuerdos de José Hernández.
Del Mes de las Letras número diez, celebrado en el Museo Pampeano de Chascomús
ha quedado una página brillante escrita por Julio Luis Ruffino de la ciudad de Barranqueras,
Volvemos a compartirla cinco años después, porque realmente lo amerita, por su sencillez, por el respeto y por la pasión que refleja cada línea.
Del Mes de las Letras número diez, celebrado en el Museo Pampeano de Chascomús
ha quedado una página brillante escrita por Julio Luis Ruffino de la ciudad de Barranqueras,
Volvemos a compartirla cinco años después, porque realmente lo amerita, por su sencillez, por el respeto y por la pasión que refleja cada línea.
MARTÌN
FIERR0, MI VIEJO Y YO
Idea fuerza
“Soy hijo de gauchos, hermano de gauchos y yo
mismo he sido gaucho.
He vivido por años en campamentos,
en los desiertos y en los bosques,
viendo padecer, pelear y morir;
abnegados, sufridos,
humildes, desinteresados y
heroicos”
José Hernández
Antes
que nada, agradecidísimo de estar entre ustedes, y emulando a don
José Hernández, que rogaba a los santos del cielo que ayuden a su
pensamientos en el momento de empezar a contar su historia. Yo, aprovechando el lugar, bellísimo
por cierto, cálido y acogedor Museo Pampeano de Chascomús, y porque se dice
además que los museos también son el lugar de las musas, les pido a las que
habitan y custodian este lugar, que también aclaren mis pensamientos…me tomo la
soltura, por decirlo de algún modo, de escribir este relato en el tono
coloquial que en breve charla fue expresado en el Museo, por lo que tendrán que
disimular, o no darse por enterados, las reiteraciones que
inevitable y azarosamente se suceden cuando se expone verbalmente.
Pensar
en hablar, o escribir ahora, acerca de Martín Fierro , es como hilar lo
descocido y hablar, o escribir también, de mi vida y remontarme
indefectiblemente a mi lugar, Napalpí. Debí tener diez años cuando descubrí
entre los pocos libros de mi padre un ejemplar del Martín Fierro, la ida y la
vuelta. No creo haber leído más que unas pocas estrofas en aquél momento, que
bastaron ya para configurarme con el personaje central y sucedió que toda
persona con barba abultada, estampa desfachatada y estrafalaria era un posible
Martín Fierro. Recuerdo nítido a don Cabral, padre solo de siete hijos, hombre
fuerte, de trabajo rudo y de vida también dura, de mirada clara, pícara, lista
y sonrisa amplia, generosa entre cálida y melancólica, de rostro abultado
de una enorme barba negra; solía pavonearse entre nosotros de ser el mismo
Martín Fierro y mas de una vez desenfundaba un cuchillo de entre sus pobres
ropas, lo enarbolaba, lo agitaba, lo balanceaba y en gracioso y ágil movimiento
acrobático probaba el filo en el tallo de algún pasto, más blando que el agua
seguramente; igual que el gaucho de la historia , que en una ocasión en
una mata de paja probó el filo de su cuchillo. –Luego todo barbudo era Martín Fierro
y todos los chicos de Napalpí, en distintas e improbadas circunstancia nos
hemos visto con él.
Hoy
veo, a la luz
de un magistral, sustentoso y admirable
acontecimiento literario de don José Hernández, explícita, clara y
limpia la imagen del gaucho que los de aquella época
conocíamos y formateamos en el espíritu, la vida y las personas de
los peones golondrinas que en bandadas veía llegar en los trenes; en los indios
despojados y masacrados de Napalpí, ambos, al igual que Fierro y su historia,
cautivos de las mismas injusticias, de los mismos saqueos, nuevo en sus
métodos, actualizado en su aplicación. Cosecheros golondrinas, aborígenes
tuberculosos, hacheros olor a tanino, todos con esperanzas y desilusiones,
todos honrados, habilidosos, trabajadores, requeridos, solicitados pero siempre
pobres, empobrecidos y sin papeles o, al decir de Fierro, papeletas. La vida se
encargó de mostrarme que ese retrato de persona, estrictamente delineado de la
realidad, de la falta de derechos y garantías y sobrecarga de obligaciones,
encajaba plenamente con Cabral, trabajador honrado y solidaria, además de lo
que habíamos dicho ya, que un día, a los 35 años viajó al hospital de Quitilipi
y no lo volvimos a ver más. Sus siete hijos fueron acomodándose, de entenados
los más chicos y los mayores, como inmigrantes en su tierra, yendo y viniendo
sin rumbo, para terminar trabajando para el llamado Secretario de la Comuna que a lo sumo era
ordenanza y, como corresponde a la historia, pagado por reservas pública. Todo
el trabajo y la honradez no le habían alcanzado, al bueno y
pintoresco de Cabral, para dejarle a sus hijos esa tierra en que el paisano
vivía y su ranchito tenía…
Siendo
este relato dedicado a Martín Fierro y José Hernández, conviene echarle
un vistazo a quienes secundaron su existencia. Aunque muchas son las cosas que
ignoramos de los personajes, ya que al igual que nuestras vidas, al menos de la
mía, es más lo que se desconoce que lo que sí se conoce. En este sentido
veo el perfil del gaucho Cruz, que a la vista de la narración aparece como el
de un lúcido y valiente, se desvela que no más que el del tipo traidor,
renegado, calculador, a saber: Mató sin más no a quien lo degradó
como hombre conquistándole la mujer, sino al vocero, en la persona del
payador que sólo lo pone en evidencia, como a muchos periodistas,
cantores y profetas de nuestros tiempos. Traiciona a su superior, el
Comandante. A sus camaradas de milicia, poniéndose departe de Fierro, más que
por nobleza quizás por temor a morir en manos de un valiente. Le miente a Fierro
acerca de su situación familiar, miente hasta la muerte respecto a su hijo y
una paternidad siempre ausente. Por lo que este gris personaje, al decir de don
Martínez Estrada: “es la contracara de la moneda echada a suerte, es la
firma de los analfabetos, es la afrenta y el cadalso.” -Considerando que
Cruz era Sargento y no soldado raso, podemos decir que es el prototipo de una
milicia que por mucho tiempo y motivos tan infames o más que entonces, nos han
traicionado, también con la ayuda de jueces, empresarios y caudillo. Se presume
que coligiendo estas cualidades del socio que la vida le cargo al noble y
valiente de Fierro, éste cambió su rumbo, que claramente era ir donde la suerte
lo llevara y en cambio enderezó hacia la indiada, lugar seguro, si lo había,
para sentirse a salvo de cualquier chanchurria de Cruz.
Del
Hijo Mayor huelgan los comentarios, por ser astilla del mismo palo, como Fierro
lo decía: “el gajo se parece al árbol de donde sale…”.
El
Hijo Segundo encarna a las legiones de inocentes, crédulos, supersticiosos,
engañadas y estafadas en manos de tutores y jueces que lo despojan de sus
derechos. Asociada, pegada al Hijo Segundo está la patética figura del
Viejo Vizcacha: egoísta, rastrero, acomodaticio o panqueque diríamos hoy. Hacía
gala del acomodo y el clientelismo. Proclive a la obsecuencia y la corrupción.
Personaje sin compasión si los hay, indiferentes a los males ajenos. Acuarela
de un costado oscuro de la vida que se esfuerza en hacernos creer que esas
cualidades son las normales y conducentes para crecer.
Picardía
no deja de ser, en esencia, la continuidad misma de Cruz, por lo que me exime
la opinión y en su defecto queda librada a sus criterios personales.
El
Negro que enfrenta a Fierro en un debate coplero, quizás es la vida misma,
compleja trama de la realidad, marco de tiempo y espacio que se nos viene
encima, nos zarandea y nos hace tener otra mirada, porque si antes los negros
eran tizón del infierno, hoy Fierro reconoce y declara cantando: “Dios hizo al
blanco y al negro / sin declararlos mejores…
Las
mujeres aparecen en diversas escalas de importancia: La mujer amada, en quien
depositamos nuestros sueños, esperanzas y confianza, la de Fierro, la mujer infiel, negligente y abandónica
será la perfilada por Cruz. (personaje absurdamente infiel, nefastamente
negligente y abandónico él), La mujer, como un mal necesario y utilitario es
presentada por el Viejo Vizcacha, final, heroica y noblemente aparece la figura
maternal, que enternece y subyuga al hombre, en la imagen de la cautiva.
Quizás
con el germen de Cruz como milico, la avaricia de empresarios y la burguesía,
con la obsecuencia de punteros y caudillos y la angurria de jueces,
concentrados en la persona de un general trasnochado, haciendo uso de las armas
de la Nación
avanzó sangrientamente sin consideración ni remordimientos, en nombre de la Revolución Libertadora ,
obligando al presidente constitucional abandonar, deponer su puesto de servicio
para el que fuera ungido, elegido por el pueblo. El 16 de setiembre de 1955,
veinte meses antes de mi nacimiento, manchando hasta el blanco pañuelo de la
luna. Usurparon y sometieron al pueblo. Mi hermano mayor, que a la sazón
contaba con siete años, refería una y otra vez, que la circunstancia
ameritaba, un hecho que a la distancia suena como una
anécdota inocente, picaresca, que revela de algún modo la implantación de
valores, ética y respeto. Cuando nadie pensaba que la requisa llegaría a
nuestro lugar, llegó, llegaron preguntaron, revisaron, buscaron…entre otros
intereses espurios, a estos milicos les quitaba el sueño eliminar, descartar,
hacer desaparecer todo rastro y adhesión al peronismo. En el viejo escritorio
de la estación ferroviaria abrían y tiraban cajones revolviendo papeles. Cuenta
mi hermano mayor y no lo desmiente mi viejo, que un soldado de la Patria , sin especificar
escalafón, tantea y comienza a abrir un cajón y escucha a mi padre exclamar,
como mordiendo las palabras: “la puta que lo parió…el libro…” –el soldado mira,
contempla y empuja los objetos hacia el fondo y se retira sin dar novedad. En
el interior del cajón el soldado se encontró con la mirada clara, profunda y
penetrante del gaucho Martín Fierro y la sonrisa de Evita. Conviene aclarar a quienes no
tienen la experiencia de intervenciones militares, que por la sola foto de Eva
Perón, este pobre obrero ferroviario hubiera perdido su trabajo y ganado un encarcelamiento
injusto y sin defensas. Y aunque quebrantaban y violaban los
derechos constitucionales se esforzaban en que lo reconozcan como verdaderos
representantes y defensores dl pueblo, el vino viejo y amargo de la historia se
renueva, endulza y anima con el gesto de este soldado… Martin Fierro está en su
sangre.
Julio Luis Ruffino
Ponencia presentada en el Museo Pampeano de Chascomús, provincia
de Buenos Aires, en el marco del Mes de las Letras 2012.Evento declarado de
interés legislativo y provincial.
SOBRE EL AUTOR
Julio Luis Ruffino nació el 11 de julio de 1957 en el
hospital de Campo Largo, en Colonia Juan José Mármol. Tercero entre cinco
hermanos de una familia que siempre vivió “en las vías”, pues su padre era
ferroviario y su madre la consabida e inestimable ama de casa.
Este
modo nómada de vivir, lo llevó a lugares, parajes y pueblos de Chaco, tales
como Fortín Las Chuñas en su primera infancia; Napalpí, toda su escuela
primaria, en la vieja Nacional Nº 212, sus amigos, su familia, su lugar;
Quitilipi: la secundaria en la
Escuela de Comercio Nº 9, su juventud, las expresiones de
ideales políticos, artísticos y sociales.
En
1972 se inicia en la actividad teatral.
En
1979, a
los 22 años la familia llegó a Cacuí. En ese mismo año es co-fundador del
Festival de la Amistad. En
1980 se afincaron en la ciudad de Resistencia.
Desde
1982 a
1986, con su amigo y hermano Dulio Omar Velásquez se dedicaron a la práctica
del denominado teatro callejero, poniendo en escenas pequeñas obras y
sociodramas tomados de la realidad y compuestos por ellos.
El
29 de Julio de 1997 llegó a la
Ciudad de Barranqueras con su familia y se afincaron
definitivamente en el Barrio Ucal.
Está
casado con Elida Elsa Duarte. Sus hijos son Pablo, Victoria, Ana Clara, Milagros y
Facundo.
En lo social han despertado su curiosidad y admiración
Lech Walesa, Alfredo Palacio, el Padre Carlos Mujica.
o
Tiene una total
identificación con la Iglesia Católica ,
su pensamiento, su doctrina y su acción, en cuyos grupos, desde su primera
juventud, movimientos y pastorales, ha ido creciendo hasta el día de hoy en que
actúa como Ministro Extraordinario de la Sagrada Eucaristía.
En la literatura han sido sus mentores: Roberto Payró,
Leopoldo Lugones, Ricardo Güiraldes, Horacio Quiroga, Miguel Cané, Marechal,
Richard Bach, Borges, Sábato, Fontanarrosa y
todo aquél que
haya escrito. En
especial sus “hermanos” escritores, de los que aprendió a
abordar la oralidad de los relatos en la escritura: Orlando Becerra, Myriam
Castillo, Luis Vallejos y Dante Bóveda, de
Barranqueras.
Publicaciones Premios y Menciones:
1988 mención otorgada por SADE, concurso rubro cuentos
cortos.
2002 se sumó al grupo literario ALBa. –Amigos de las
Letras de Barranqueras.
2004 Antología “Voces del Alma”, realizada por el
grupo entre escritores locales.
2005 Antología infantil “Sol del
Norte” –escritores locales de Barranqueras.
2005 Segundo premio provincial concurso “Alfredo
Veiravé”, rubro cuento corto.
2005 Antología “Romance del Río” –escritores
locales de Barranqueras.
2009-Antología Latinoamericana “Letras para
el Encuentro”, tomo dos. Editorial L.V. (Chascomús – Bs. As.).
2010-Antología Latinoamericana “Letras para
el Encuentro”, tomo tres. Editorial L.V. (Chascomús – Bs. As.).
2010- Lugar del Alma, poemario, Editorial L.V.
2010- Historias Vivas, Cuentos y relatos, Editorial
L.V.
2012- Integra “En la cumbre del Amor”, libro homenaje
al Padre Hernán Pérez Etchepare. Editorial L.V, Bs. As.
2012- Breve Antología de A.L.Ba, integrante y
compilador. Barranqueras.
2012 Disertó sobre José Hernández, en la ciudad de
Chascomús, provincia de Buenos Aires. , en el marco de la 10ª Edición del Mes
de las Letras., representando al Grupo
A.L.Ba.
2013-
Antología “Letras de Barranqueras” (Editorial L.V. Chascomús, Buenos Aires, Argentina).
2015-
Libro-Premio “María Isabel Plorutti” de Cuentos y Relatos para Niños, Editorial
L.V. Chascomús.
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Excelente!!! Julio, mi vecino.... felicidades!!!! y Gracias a Eva Lucero... como dice ella, mi hermana en las letras.
ResponderEliminarExcelente Julio!!! mi vecino.....felicidades!!! y gracias Eva...como dice ella mi hermana en las letras.
ResponderEliminarUna sorpresa enorme leer la biografía de Julio. Su vida sus premios. De su calidad humana ya nada me sorprende porque lo conozco a él y su familia. Ojalá siga escalando una larga trayectoria para orgullo de sus amigos entre los que me encuentro. Gracias mil Eva querida Maestra mía. Elsa Lorences de Llaneza.
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