10/11/17

JOSÉ HERNÁNDEZ y MES DE LAS LETRAS 2017

Un nuevo noviembre nos trae recuerdos de José Hernández.
Del Mes de las Letras número diez, celebrado en el Museo Pampeano de Chascomús
ha quedado una página brillante escrita por Julio Luis Ruffino de la ciudad de Barranqueras,
Volvemos a compartirla cinco años después, porque realmente lo amerita, por su sencillez, por el respeto y por la pasión que refleja cada línea.



MARTÌN FIERR0, MI VIEJO Y YO


Idea fuerza
 “Soy hijo de gauchos, hermano de gauchos y yo mismo he sido gaucho.
He vivido por años en campamentos, en los desiertos y en los bosques,
viendo padecer, pelear y morir; abnegados, sufridos,
humildes, desinteresados y heroicos”
José Hernández
Antes que nada, agradecidísimo de estar entre ustedes, y emulando a don José Hernández, que rogaba a los santos del cielo que ayuden a su pensamientos en el momento de empezar a contar su historia. Yo, aprovechando el lugar, bellísimo por cierto, cálido y acogedor Museo Pampeano de Chascomús, y porque se dice además que los museos también son el lugar de las musas, les pido a las que habitan y custodian este lugar, que también aclaren mis pensamientos…me tomo la soltura, por decirlo de algún modo, de escribir este relato en el tono coloquial que en breve charla fue expresado en el Museo, por lo que tendrán que disimular,  o no darse por enterados,  las reiteraciones que inevitable y azarosamente se suceden cuando se expone verbalmente.
Pensar en hablar, o escribir ahora, acerca de Martín Fierro , es como hilar lo descocido  y hablar, o escribir también, de mi vida y remontarme indefectiblemente a mi lugar, Napalpí. Debí tener diez años cuando descubrí entre los pocos libros de mi padre un ejemplar del Martín Fierro, la ida y la vuelta. No creo haber leído más que unas pocas estrofas en aquél momento, que bastaron ya para configurarme con el personaje central y sucedió que toda persona con barba abultada, estampa desfachatada y estrafalaria era un posible Martín Fierro. Recuerdo nítido a don Cabral, padre solo de siete hijos, hombre fuerte, de trabajo rudo y de vida también dura, de mirada clara, pícara, lista y sonrisa  amplia, generosa entre cálida y melancólica, de rostro abultado de una enorme barba negra; solía pavonearse entre nosotros de ser el mismo Martín Fierro y mas de una vez desenfundaba un cuchillo de entre sus pobres ropas, lo enarbolaba, lo agitaba, lo balanceaba y en gracioso y ágil movimiento acrobático probaba el filo en el tallo de algún pasto, más blando que el agua seguramente;  igual que el gaucho de la historia , que en una ocasión en una mata de paja probó el filo de su cuchillo. –Luego todo barbudo era Martín Fierro y todos los chicos de Napalpí, en distintas e improbadas circunstancia nos hemos visto con él.
Hoy  veo, a   la  luz de un magistral, sustentoso  y admirable acontecimiento literario de don José  Hernández,  explícita,  clara  y  limpia  la imagen del gaucho que los de aquella época conocíamos y formateamos  en el espíritu, la vida  y las personas de los peones golondrinas que en bandadas veía llegar en los trenes; en los indios despojados y masacrados de Napalpí, ambos, al igual que Fierro y su historia, cautivos de las mismas injusticias, de los mismos saqueos, nuevo en sus métodos, actualizado en  su aplicación. Cosecheros golondrinas, aborígenes tuberculosos, hacheros olor a tanino, todos con esperanzas y desilusiones, todos honrados, habilidosos, trabajadores, requeridos, solicitados pero siempre pobres, empobrecidos y sin papeles o, al decir de Fierro, papeletas. La vida se encargó de mostrarme que ese retrato de persona, estrictamente delineado de la realidad, de la falta de derechos y garantías y sobrecarga de obligaciones, encajaba plenamente con Cabral, trabajador honrado y solidaria, además de lo que habíamos dicho ya, que un día, a los 35 años viajó al hospital de Quitilipi y no lo volvimos a ver más. Sus siete hijos fueron acomodándose, de entenados los más chicos y los mayores, como inmigrantes en su tierra, yendo y viniendo sin rumbo, para terminar trabajando  para el llamado Secretario de la Comuna que a lo sumo era ordenanza y, como corresponde a la historia, pagado por reservas pública. Todo el trabajo y la honradez no le habían alcanzado,   al bueno y pintoresco de Cabral, para dejarle a sus hijos esa tierra en que el paisano vivía y su ranchito tenía…
Siendo este relato dedicado a Martín Fierro y José  Hernández, conviene echarle un vistazo a quienes secundaron su existencia. Aunque muchas son las cosas que ignoramos de los personajes, ya que al igual que nuestras vidas, al menos de la mía, es más lo que se desconoce que lo que sí se conoce. En este sentido veo el perfil del gaucho Cruz, que a la vista de la narración aparece como el de un lúcido y valiente, se desvela que no más que el del tipo traidor, renegado, calculador, a saber: Mató sin más no a quien lo degradó  como hombre conquistándole la mujer, sino al vocero, en la persona del payador  que sólo lo pone en evidencia, como a muchos periodistas, cantores y profetas de nuestros tiempos. Traiciona a su superior, el Comandante. A sus camaradas de milicia, poniéndose departe de Fierro, más que por nobleza quizás por temor a morir en manos de un valiente. Le miente a Fierro  acerca de su situación familiar, miente hasta la muerte respecto a su hijo y una paternidad siempre ausente. Por lo que este gris personaje, al decir de don Martínez Estrada: “es la contracara de la moneda echada  a suerte, es la firma de los analfabetos, es la afrenta y el cadalso.”   -Considerando que Cruz era Sargento y no soldado raso, podemos decir que es el prototipo de una milicia que por mucho tiempo y motivos tan infames o más que entonces, nos han traicionado, también con la ayuda de jueces, empresarios y caudillo. Se presume que coligiendo estas cualidades del socio que la vida le cargo al noble y valiente de Fierro, éste cambió su rumbo, que claramente era ir donde la suerte lo llevara y en cambio enderezó hacia la indiada, lugar seguro, si lo había, para sentirse a salvo de cualquier chanchurria de Cruz.
Del Hijo Mayor huelgan los comentarios, por ser astilla del mismo palo, como Fierro lo decía: “el gajo se parece al árbol de donde sale…”.
El Hijo Segundo encarna a las legiones de inocentes, crédulos, supersticiosos, engañadas y estafadas en manos de tutores y jueces que lo despojan de sus derechos. Asociada, pegada al Hijo Segundo está la patética figura del Viejo Vizcacha: egoísta, rastrero, acomodaticio o panqueque diríamos hoy. Hacía gala del acomodo y el clientelismo. Proclive a la obsecuencia y la corrupción. Personaje sin compasión si los hay, indiferentes a los males ajenos. Acuarela de un costado oscuro de la vida que se esfuerza en hacernos creer que esas cualidades son las normales y conducentes para crecer.
Picardía no deja de ser, en esencia, la continuidad misma de Cruz, por lo que me exime la  opinión y en su defecto queda librada a sus criterios personales.
El Negro que enfrenta a Fierro en un debate coplero, quizás es la vida misma, compleja trama de la realidad, marco de tiempo y espacio que se nos viene encima, nos zarandea y nos hace tener otra mirada, porque si antes los negros eran tizón del infierno, hoy Fierro reconoce y declara cantando: “Dios hizo al blanco y al negro / sin declararlos mejores…
Las mujeres aparecen en diversas escalas de importancia: La mujer amada, en quien depositamos nuestros sueños,  esperanzas y confianza, la de Fierro,  la mujer infiel, negligente y abandónica será la perfilada por Cruz. (personaje absurdamente infiel, nefastamente negligente y abandónico él), La mujer, como un mal necesario y utilitario es presentada por el Viejo Vizcacha, final, heroica y noblemente aparece la figura maternal, que enternece y subyuga al hombre, en la imagen de la cautiva.
Quizás con el germen de Cruz como milico, la avaricia de empresarios y la burguesía, con la obsecuencia de punteros y caudillos y la angurria de jueces, concentrados en la persona de un general trasnochado, haciendo uso de las armas de la Nación avanzó sangrientamente sin consideración ni remordimientos, en nombre de la Revolución Libertadora, obligando al presidente constitucional abandonar, deponer su puesto de servicio para el que fuera ungido, elegido por el pueblo. El 16 de setiembre de 1955, veinte meses antes de mi nacimiento, manchando hasta el blanco pañuelo de la luna. Usurparon y sometieron al pueblo.  Mi hermano mayor, que a la sazón contaba  con siete años, refería una y otra vez, que la circunstancia ameritaba, un hecho   que a la  distancia suena como una anécdota inocente, picaresca, que revela de algún modo la implantación de valores, ética y respeto. Cuando nadie pensaba que la requisa llegaría a nuestro lugar, llegó, llegaron preguntaron, revisaron, buscaron…entre otros intereses espurios, a estos milicos les quitaba el sueño eliminar, descartar, hacer desaparecer todo rastro y adhesión al peronismo. En el viejo escritorio de la estación ferroviaria abrían y tiraban cajones revolviendo papeles. Cuenta mi hermano mayor y no lo desmiente mi viejo, que un soldado de la Patria, sin especificar escalafón, tantea y comienza a abrir un cajón y escucha a mi padre exclamar, como mordiendo las palabras: “la puta que lo parió…el libro…” –el soldado mira, contempla y empuja los objetos hacia el fondo y se retira sin dar novedad. En el interior del cajón el soldado se encontró con la mirada clara, profunda y penetrante del gaucho Martín Fierro y la sonrisa de Evita.  Conviene aclarar a quienes no tienen la experiencia de intervenciones militares, que por la sola foto de Eva Perón, este pobre obrero ferroviario hubiera perdido su trabajo y ganado un encarcelamiento injusto y sin defensas.   Y aunque quebrantaban y violaban los derechos constitucionales se esforzaban en que lo reconozcan como verdaderos representantes y defensores dl pueblo, el vino viejo y amargo de la historia se renueva, endulza y anima con el gesto de este soldado… Martin Fierro está en su sangre.                

Julio Luis Ruffino
Ponencia presentada en el Museo Pampeano de Chascomús, provincia de Buenos Aires, en el marco del Mes de las Letras 2012.Evento declarado de interés legislativo y provincial.


 SOBRE EL AUTOR
Julio Luis Ruffino nació el 11 de julio de 1957 en el hospital de Campo Largo, en Colonia Juan José Mármol. Tercero entre cinco hermanos de una familia que siempre vivió “en las vías”, pues su padre era ferroviario y su madre la consabida e inestimable ama de casa.
    Este modo nómada de vivir, lo llevó a lugares, parajes y pueblos de Chaco, tales como Fortín Las Chuñas en su primera infancia; Napalpí, toda su escuela primaria, en la vieja Nacional Nº 212, sus  amigos, su familia, su lugar; Quitilipi: la secundaria en la Escuela de Comercio Nº 9, su juventud, las expresiones de ideales políticos, artísticos y sociales.
    En 1972 se inicia en la actividad teatral.
    En 1979, a los 22 años la familia llegó a Cacuí. En ese mismo año es co-fundador del Festival de la Amistad. En 1980 se afincaron en la ciudad de Resistencia.
    Desde 1982 a 1986, con su amigo y hermano Dulio Omar Velásquez se dedicaron a la práctica del denominado teatro callejero, poniendo en escenas pequeñas obras y sociodramas tomados de la realidad y compuestos por ellos.
    El 29 de Julio de 1997 llegó a la Ciudad de Barranqueras con su familia y se afincaron definitivamente en el Barrio Ucal.
    Está   casado con Elida Elsa Duarte. Sus hijos son  Pablo, Victoria, Ana Clara, Milagros y Facundo.    
En lo social han despertado su curiosidad y admiración Lech Walesa, Alfredo Palacio, el Padre Carlos Mujica.
o
Tiene una  total identificación con la Iglesia Católica, su pensamiento, su doctrina y su acción, en cuyos grupos, desde su primera juventud, movimientos y pastorales, ha ido creciendo hasta el día de hoy en que actúa como Ministro Extraordinario de la Sagrada Eucaristía. 
En la literatura han sido sus mentores: Roberto Payró, Leopoldo Lugones, Ricardo Güiraldes, Horacio Quiroga, Miguel Cané, Marechal, Richard Bach,  Borges, Sábato, Fontanarrosa      y   todo  aquél   que   haya  escrito.  En  especial   sus  “hermanos” escritores, de los que aprendió a abordar la oralidad de los relatos en la escritura: Orlando Becerra, Myriam Castillo, Luis Vallejos y Dante Bóveda, de Barranqueras.    

Publicaciones  Premios y Menciones:

1988 mención otorgada por SADE, concurso rubro cuentos cortos. 
2002 se sumó al grupo literario ALBa. –Amigos de las Letras de Barranqueras. 
2004 Antología “Voces del Alma”, realizada por el grupo entre escritores locales.
2005 Antología infantil   “Sol del Norte” –escritores locales de Barranqueras.
2005 Segundo premio provincial concurso “Alfredo Veiravé”, rubro cuento corto. 
2005 Antología “Romance del Río” –escritores locales de Barranqueras.
2009-Antología Latinoamericana  “Letras para el Encuentro”, tomo dos. Editorial L.V.  (Chascomús – Bs. As.).
2010-Antología Latinoamericana  “Letras para el Encuentro”, tomo tres. Editorial L.V.  (Chascomús – Bs. As.).
2010- Lugar del Alma, poemario, Editorial L.V.
2010- Historias Vivas, Cuentos y relatos, Editorial L.V.
2012- Integra “En la cumbre del Amor”, libro homenaje al Padre Hernán Pérez Etchepare. Editorial L.V, Bs. As.
2012- Breve Antología de A.L.Ba, integrante y compilador. Barranqueras.
2012 Disertó sobre José Hernández, en la ciudad de Chascomús, provincia de Buenos Aires. , en el marco de la 10ª Edición del Mes de las Letras., representando al Grupo  A.L.Ba.
2013- Antología “Letras de Barranqueras” (Editorial L.V. Chascomús, Buenos Aires, Argentina).
2015- Libro-Premio “María Isabel Plorutti” de Cuentos y Relatos para Niños, Editorial L.V. Chascomús.

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3 comentarios:

  1. Excelente!!! Julio, mi vecino.... felicidades!!!! y Gracias a Eva Lucero... como dice ella, mi hermana en las letras.

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  2. Excelente Julio!!! mi vecino.....felicidades!!! y gracias Eva...como dice ella mi hermana en las letras.

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  3. Una sorpresa enorme leer la biografía de Julio. Su vida sus premios. De su calidad humana ya nada me sorprende porque lo conozco a él y su familia. Ojalá siga escalando una larga trayectoria para orgullo de sus amigos entre los que me encuentro. Gracias mil Eva querida Maestra mía. Elsa Lorences de Llaneza.

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