La proclamación del Evangelio donde fuere que tenga lugar, como comunicación no es ajena al marco emocional que envuelve a todo diálogo humano. Pero fundamentalmente, el predicador, el apóstol que quiere difundir la Palabra de Dios, va a transmitir la gracia y la eficacia de la Palabra en la medida de que, no sólo sus palabras sino que toda su persona comunique el gozo de compartir ese mensaje. Seguramente hay "don" en esa actitud transparente de compartir y de sembrar entusiasmo por las escrituras y en muchas personas es espontáneo y manifiesto. Sin embargo existen algunas "reglas de oro" que la sabiduría y la experiencia han condensado y que no dejan de sorprender siempre. Tal es el caso que el mismo Padre Víctor Manuel Fernández expone en su artículo "Mi opinión acerca de la Quinta Conferencia de Aparecida, en VIDA PASTORAL, año 2007, la publicación de la editorial San Pablo.Allí, el Padre Fernández, con su estilo tan agudo como gentil va relatando su sentir personal durante el desarrollo de la Conferencia de Aparecida. Y cuenta que, en un momento, en el seno de la Comisión en que participaba, pidió sus "tres minutos" para presentar una moción. He aquí el discursito del Padre Victor Manuel Fernandez: "Quiero proponer un lenguaje estratégico. Es decir, invito a prestar suma atención af modo de decir las cosas para evitar un efecto contrario al que pretendemos. Doy algunos ejemplos:
1) Si procuramos un encuentro de la gente con la Palabra y un proceso formativo, evitemos dar a entender que el pueblo es una masa ignorante o supersticiosa. Propongamos más bien llevar a plenitud las riquezas espirituales que ya posee.
2) Si criticamos el hedonismo o el inmediatismo, al mismo tiempo mostremos que Jesús ama la felicidad de la gente y ofrece a cada uno vida digna, plena, integral.
3) Si rechazamos las uniones irregulares, reconozcamos también lo dura que es la continencia o la soledad en el mundo de hoy.
4) Si condenamos los populismos, dejemos claro que no estamos poniéndonos del lado de los intereses de las minorías ricas que tuvieron mucho poder en nuestros países.
5) Si ponemos en el centro el encuentro personal con Cristo, no lo hagamos debilitando la centralidad de la misión y de la lucha por la justicia en la identidad del discípulo.
6) S¡ criticamos los espiritualismos e invitamos a un mayor compromiso, no dejemos de valorar una sed espiritual que no encuentra una respuesta atractiva en nuestras propuestas.
7) Si nos duele la pérdida de católicos, mostremos que nos preocupa que se vayan de nuestra casa, más que atacar a quienes los reciben.En síntesis, cuando pretendamos erradicar cosas negativas, reconozcamos las inquietudes legítimas que pueda haber detrás. De otro modo no conseguiremos un efecto positivo y habremos perdido el tiempo. No callemos ni disimulemos nada importante, usemos fuerza y contundencia; pero si queremos llegar al corazón de nuestra gente, cuidemos con suma delicadeza el lenguaje para decirlo.
2) Si criticamos el hedonismo o el inmediatismo, al mismo tiempo mostremos que Jesús ama la felicidad de la gente y ofrece a cada uno vida digna, plena, integral.
3) Si rechazamos las uniones irregulares, reconozcamos también lo dura que es la continencia o la soledad en el mundo de hoy.
4) Si condenamos los populismos, dejemos claro que no estamos poniéndonos del lado de los intereses de las minorías ricas que tuvieron mucho poder en nuestros países.
5) Si ponemos en el centro el encuentro personal con Cristo, no lo hagamos debilitando la centralidad de la misión y de la lucha por la justicia en la identidad del discípulo.
6) S¡ criticamos los espiritualismos e invitamos a un mayor compromiso, no dejemos de valorar una sed espiritual que no encuentra una respuesta atractiva en nuestras propuestas.
7) Si nos duele la pérdida de católicos, mostremos que nos preocupa que se vayan de nuestra casa, más que atacar a quienes los reciben.En síntesis, cuando pretendamos erradicar cosas negativas, reconozcamos las inquietudes legítimas que pueda haber detrás. De otro modo no conseguiremos un efecto positivo y habremos perdido el tiempo. No callemos ni disimulemos nada importante, usemos fuerza y contundencia; pero si queremos llegar al corazón de nuestra gente, cuidemos con suma delicadeza el lenguaje para decirlo.
Esta parte seleccionada del libro sobre el documento para Latinoamérica y el Caribe,en "Aparecida"escrito por el Padre Victor Manuel Fernández,sintetiza lo que todos los cristianos deberíamos defender y poner en práctica: saber escuchar y cuidar el lenguaje con nuestros prójimos más próximos.
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