Ana María Matute: «Soy una vieja feliz que está
convencida de que la vida es mágica»
La autora de 'Paraíso inhabitado' y 'Olvidado rey Gudú' abrió ayer en la Universidad de Murcia los 'Encuentros de Primavera'
Bajo su apariencia de una abuelita esconde una piel de lobo -o quizá sea al revés-. Narradora de inquietudes y otros sobresaltos. Habla sin prisa y sin pausa. Ojos grandes, manos grandes. 83 años. Vital. Vestida de beis, elegante. ¿Quién dijo que Peter Pan era varón? Su decálogo de escritora termina con un radical: «El día que yo piense que he escrito algo perfecto, estaré muerta (como escritora)». La inocencia se mantiene «en un reducto interior que debe defenderse como sea..., pero siempre te lo hacen pagar caro, muy caro», argumenta.
«Yo no soy mujer de un libro al año, yo escribo cuando necesito escribir. ¿Cómo puede ser eso de escribir un libro al año? Ni siendo un genio se puede hacer eso. Acabar un libro provoca un enorme vacío porque tienes que abandonar a todos esos personajes que has creado con tanto amor y tanta angustia. Pero escribir siempre compensa. La literatura es memoria pero no autobiografía», recalca.
Ha rasgado ocho años de silencio literario con una nueva novela, Paraíso inhabitado, el retrato de la infancia agridulce de Adriana, una niña rebelde, incomprendida por los Gigantes y fantasiosa. Una niña que intenta batallar contra todo tipo de imposiciones. «Nací cuando mis padres ya no se querían», es la primera frase de su Paraíso inhabitado. «Tal vez la infancia es más larga que la vida», escribe. Esta dama niña abrió ayer los Encuentros de Primavera, en la UMU, que coordina el emérito Victorino Polo.
«Dentro de lo que cabe, que cabe poco, me encuentro muy bien», dice. Ríe mucho la Matute. «La risa es uno de los grandes regalos que hemos recibido. Alarga la vida, es sana, beneficiosa y hace a la gente más guapa. La alegría es importante, por eso a mí me gusta de vez en cuando tomarme una copita, sin abusar, claro», sonríe y apuntala.
Feliz de que el domingo se celebrase el 8-M, el Día de la Mujer, porque la Matute es «muy de celebrante». «Lo único que me apena de las fiestas es que se acaben. Me encanta que se celebren cosas, me gusta hasta el Día de la Madre y la Navidad. La familia es estupenda, y si no lo fuera, se puede disimular por un día, vamos, digo yo», asevera.
Dice que «muchas, muchas cosas» le hacen feliz y, sobre todo, «terminar un libro», que es algo así como ofrecer «un paisaje íntimo y multitudinario». «¡Cuesta mucho escribir, es muy difícil!», dice mientras abre la mano derecha. «Y aun cuesta más conseguir un lenguaje aparentemente sencillo». Abre las dos manos. «¡Todo lo que no he hecho todavía». ¿Y qué le hubiese gustado hacer que no ha podido lograr? «Yo soy autodidacta, aunque me las apañé bastante bien porque elegí muy buenos maestros. Me hubiese gustado estudiar una carrera, pero no me dejaron; aquello era un erial peligroso: a las niñas nunca se les hablaba de sexo ni de dinero ¡Y mira que son importantes ambas cosas!. Quizá ahora elegiría algo relacionado con las matemáticas, porque barrunto que allí hay mucha poesía. Pero me apasiona la Historia».
Algunos fantasmas
No cree la autora de Olvidado rey Gudú en las musas, pero sí en los fantasmas, que no le visitan con asiduidad, pero que en ocasiones, alega, «alguna presencia sí he notado».
«El pueblo de los veraneos de mi infancia en La Rioja, la casa de mi abuela, quedó inundado por un pantano. En una ocasión en agua bajo tanto que pude volver, con mi hijo, a aquella casa. La ventana del desván daba golpes, bum, bum, contra la pared y yo me di cuenta que estaba llamando a alguien». Hay escritores que cuando habla, hechizan; otros además con un bum-bum estremecen.
Regresa la Matute al país de la infancia en Paraíso inhabitado. «La infancia nos marca a todos. Hacemos cosas en ocasiones inexplicables que son el resultado del niño que fuimos», asevera. «No se trata de recurrir a la fantasía. La vida es mágica y hay un trasfondo mágico en casi todo lo que hacemos aunque no nos demos cuenta. Hay cosas que los científicos no saben explicar. A mí me gusta que sea así», señala.
Dice la Matute que la nostalgia es, en ocasiones, buena compañera y que incluso «da gustito». «He tenido una vida muy colorida, me han pasado cosas terribles y cosas maravillosas que hacen que me sienta una mujer privilegiada. Lo que sí puedo asegurar es que nunca me he aburrido». ¿Y como se logra eso? No lo duda ni un instante: «Con pasión». Y lo dice con medido entusiasmo: «Hay que descubrir el lado bueno de las cosas y también el lado malo para no dejarse arrastrar por él. Hay que vivir con pasión: amar mucho y procurar no odiar mucho, que es algo que no merece la pena». Y lo dice con un baile de manos abiertas que parecen atrapar el mundo. «Yo soy de las que, por lo general, piensa que la botella está medio llena, pero, por lo general, soy consciente de que está vacía».
Saber amar
Dice que no le gusta definirse porque «no somos de una pieza». Pero recapacita y dice: «Una mujer que ha sabido amar». Se lo piensa y añade: «He sabido amar y he tenido la suerte de ser amada..., no creo que me haya odiado nadie, antipatía puede que sí me hayan tenido».
¿Qué le da miedo a Ana María Matute? «Cantidad de cosas, yo soy muy miedosa ¡uuuyyy! La muerte me da mucho miedo. Me niego a creer que todo se acaba con unas paletadas de tierra. Intuyo que hay algo detrás. A alguna parte tendrá que ir eso que llamarnos alma; quizá a dar la lata a otros». ¿A quién le gustaría dar la lata? «A nadie, acaso hacer algún favor».
Y dice que sí, que si le diesen el Cervantes se pondría a dar botes y saltos, «metafóricos brincos». «La primera vez que recibí un libro traducido me puse a bailar con él», recuerda. «Pero no me darán el Cervantes». ¿Por qué? «Intuición femenina, dice y sonríe -maliciosa-. «Me he dado cuenta que hay gente que escribe para ganar premios, yo no. Pero si te dan un premio, fenomenal; y si tiene mucho dinero ¡para qué te lo voy a contar».
Todo lo suyo es muy matutesco, pero ¿qué es lo matutesco? Se mira las manos Ana María Matute y como allí no ha encontrado respuesta dice que no lo sabe. «Todos tenemos nuestro propio estilo», añade.
Asegura que la literatura no nos transporta al lado oscuro de la vida porque es «la vida la que nos lleva al lado oscuro». «Escribir es intentar comprender la vida, mejorarla si es posible. Sé que hay diferencias entre vida y literatura, pero para mí no existen. Siempre he pensado que tuve una infancia de papel, incluso una vida de papel porque todo lo que he leído es muy importante para mí. Todo lo que soy, o casi, se lo debo a la literatura», argumenta. «He perdido mi paraíso muchas veces y lo he vuelto a encontrar, ahora vivo en el limbo. Cuando eres joven te comes la vida como si fuera una fruta verde y eso da unos cólicos tremendos. Ahora comes la fruta en sazón y la disfrutas. La vida no es una pérdida, es una experiencia», señala.
Algo le ronda ahora, «un run run, sospechas» que «no se pueden ni se deben explicar». Con dos dedos «no muy ágiles» en una máquina de escribir eléctrica. Se mira los dedos. El mundo es mágico.
Fuente:http://www.laverdad.es/murcia/20090310/cultura/maria-matute-vieja-feliz-20090310.html
Comparto en un todo lo que nos dice
ResponderEliminarla escritora Ana Maria Matute, el mundo ha pasado a ser magico, para
los que transitamos como le llamo yo "La tercera Juventud'.
Sigamos adelante con las capacidades que nos ha dado nuestro
Dios...!
ETELVINA