15/5/12

LEIMOS Y COMPARTIMOS


Querida Familia:
A raiz del bello mensaje de nuestro generoso amigo Gonzalo Huise, se me ocurrió relatarles algunas aventuras de mi infancia.
Jamás jugué con una muñeca, y las tenía a montones. Luego mi sobrina las disfrutó. Yo adoraba a mi osito Teddy con el cual dormí hasta los quince años, dejando al peluche sin pelos, de tanto abrazarlo.

Para mí, vivir en el campo era mágico, tenía tanta atracción que nunca conocí el aburrimiento. Al atardecer, después de finalizar mis deberes, tenía entre 5 a 6 años iba a las afueras con una pequeña lupa y unas pincitas que el Niño Jesús me había regalado para Navidad.
Me encantaba pasear entre los árboles mis amigos preferidos sus troncos viejos, cortados, me atraían sobre manera porque en sus cortezas vivían las hormigas. ¡ Qué mundo maravilloso ! ¡ Qué organización difícil de imitar !: Laboriosas, infatigables, podían arrastrar hojas tres veces mayores que sus cuerpitos, o huevitos blancos alargados, recién puestos, que por supuesto caían. Es cuando yo intervenía con mi lupa y las pincitas levantaba lo caído y volvía a colocárselos. En verdad, las hormigas me enseñaron el orden, el esfuerzo, la perseverancia, y el amor a la familia unida de la cual yo carecía, hija de padres separados.
Les cuento otra experiencia: El Topo es una lauchita ciega, sin cola, de hermoso pelaje gris que vive bajo tierra. Son chúcaros cuando tienen hambre sacan el hocico a la superficie a la espera de poder cazar algún insecto, y luego vuelven a taparse con la tierra fabricando pequeños montículos. Cuando tomé contacto con ellos comencé a investigarlos porque me intrigaban. Pacientemente esperaba la salida de sus hocicos y como son ciegos les acercaba nueces picadas, pedacitos de manzana, y trocitos de panceta, porque todo les gustaba. Con el tiempo se familiarizaron conmigo a través del olfato, y hasta me esperaban. Saben agradecer hacen mimitos con el hocico con sus bigotes de seda, las falta la palabra... Aún hoy siento su ternura en horas de silencio. Me enseñaron el agradecimiento a Dios por tener una buena vista amén a saber agradecer.
No quiero finalizar este relato sin hablar de mi pasión por los pájaros.
En aquel entonces me pasaba horas en desmenuzar el pan, y picar nueces, porque abundaban los Nogales. Me conocían y yo imitaba sus silbidos, y ellos ¡me contestaban !
Fueron ayer como hoy , mi gran felicidad.
Además como Caperucita Roja me iba al bosque con mi canastita para buscar entre los musgos pequeñas frutillas silvestres que a posteriori compartía con mis Jilgueros, Zorzales, Mirlos, Torcazas, Cuervos, etcétera, sin olvidarme de mis bien amados Gorriones que me las quitaban de las manos.

En verdad mi infancia daría para una película.
Considero que una de las fórmulas más beneficiosa para un niño, es el contacto con la Madre Naturaleza, aprendiendo a amarla con sus valores y misterios.
Para los padres de una ciudad, no hay escusas. Existen los fines de semana para ir a pasear al Tigre, a quintas de amigos, o simplemente al Bosque de Palermo, de este modo otorgarán a sus hijos un espíritu alegre, sano, soñador, y cariñoso, y a posteriori entregarán a la Sociedad: Un hombre de bien.

Lo poco que soy , lo debo a mi vida campestre. En otra oportunidad les contaré mis experiencias con otros insólitos habitantes de nuestra querida Pachamama. Besos Eugenia.

1 comentario:

  1. Hay Eugenia: ¡Qué lindo tu relato!! Yo soy rata de ciudad como dice mi esposo pero me emociona y me encanta el campo, no se si para vivir en él pero sí para pasar ratitos. Mi padre me hablaba mucho de las hormigas y de las abejas. No sabía lo de los topos. Cuando fui a Salta le di de mamar a un cabrito recién nacido. ¡Qué sensación de ternura!!!! Cuando uno ama a Dios tiene que amar la naturaleza, porque es obra de Él y cuando la ama, siempre encontrará la oportunidad de apreciarla aunque viva en la jungla de cemento. A los pájaros yo les doy de comer por entre las rejas de mi balcón sobre la baranda. Vienen todos los días, siempre a la misma hora y cuando no hay comida ¡¡PÍAN¡¡Es increíble!!! Besitos y seguí contando. Elsa Lorences de Llaneza

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