Hace tiempo, cerca de mi casa, vivía un hombre que
tenía un perro San Bernardo llamado Robusto, y por extraño que parezca, alguien
le regaló o encontró por ahí un buitre...
La cuestión es que perro y buitre se hicieron amigos, compartiendo la misma
comida, los mismos juegos, y hasta podría decirles que el perro era un poco
buitre y el buitre un poco perro.
Una tarde, cuando estaban paseando por el barrio,
oyeron que desde una casa gritaban: "¡Ladrones, ladrones!" Curiosos
como eran, se dieron vuelta y justo alcanzaron a ver a dos tipos que saltaron
una parecita y se perdieron por la calle. Al rato salió una mujer de la casa
llorando y diciendo que le habían sacado toda la plata. Robusto y Tristón se
miraron y decidieron atrapar a esos ladrones para recuperar lo que habían
robado.
El problema era que como no podían ver ni
siquiera un arma porque le tenían miedo, no sabían cómo enfrentárseles; además
los ladrones eran bastante más grandes que ellos, y terminarían recibiendo una
buena paliza. Tanto Robusto como Tristón debieron admitir que una cosa era
decir "Los atraparemos", y la otra atraparlos.
Después de un rato, decidieron que lo mejor era
seguirlos para avisarle a la policía. No pasó mucho tiempo cuando los ladrones,
creyendo que todo seguía igual, fueron hacia otra casa, pero Robusto y Tristón,
que estaban alerta, no tardaron en llegar
y llamar a la policía.
-Oiga, ¿Central de policía? ¡Miren que en esta calle
están robando a lo loco!
- Si es a lo loco, llame al manicomio...
-¡No, no! ¡Digo que se están robando todo!
-¡Ah, un robo!
Bueno, entonces llame a la policía.
-¿Ahí no es la comisaría?
-No hombre, esto es un almacén y bien gracias.
-Perdone...¡Robusto,
marcá de nuevo!
-¡No hay tiempo! ¡Ya salen!
- ¡Uuuyyy! Se llevan todo... Mirá si se caen...
Y al momento ¡Paf! Los ladrones terminaron por caerse
en un pozo que Don Damián había hecho para juntar las hojas.
-¡Uuuuyyy!
¡Pobres! Capaz que ahora se
despierta el dogo de la vecina y los termina corriendo...
Y como por arte de magia, un inmenso dogo tamaño baño,
salió de su cucha hacia los ladrones con todos los dientes puestos en la boca y
algún otro también. Con sólo verlo, salieron volando de tal manera que no se
les vio más el pelo.
-¿Notaste Tristón que mala pata tuvieron?
-Si, pobres, me da un poco de lástima. Esperemos que
no vuelvan.
-Te lo puedo asegurar. Después de esto, nunca más los
veremos por aquí.
Y tanto Robusto como Tristón fueron a casa al oír el
llamado a cenar. A partir de ese día se ocuparon de vigilar el barrio. Una
tarde, Tristón vio gracias a su superioridad aérea, que los ladrones habían
reincidido en asalto, robo, hurto y escamoteo en otra casa.
-¡Volvé a llamar a la policía! -dijo Tristón-
- Aquí no hay teléfono.
- Pero, ¡se van a escapar! ¡Algo hay que hacer!
-Bueno, vigilémoslos de cerca a ver que hacen, así
cuando los atrapen al menos podremos salir de testigos.
-¡Buena idea!
Entonces Tristón se puso sobre el lomo de Robusto, y
acercándose cuanto pudieron, trataron de ver y retener todos los detalles del
robo.
-¡Uuuyyy! ¡Mirá si se les apaga la luz!
Se apagó la luz en toda la casa.
-¡Uuuyyy! Mirá, están a oscuras. ¡Que risa si están tocando
un cable y de repente vuelve la luz!
Decir esto, oír el grito del ladrón y el volver la luz
fue una sola cosa. No se imaginan las malas palabras que salían por la ventana.
-¡Uuuyyy! ¡Que
palabrotas! ¡Seguro que explota algo!
Y de repente, una garrafa llegó a su fin con una
explosión que hizo huir nuevamente a nuestros ladrones.
-¿Viste Tristón que mala suerte la nuestra? En cuanto llegamos, ellos se van a los gritos
y sin robar nada.
-¡Que injusta es la vida, Robusto! ¡Tanto trabajo para
nada!
Y nuestros amigos volvieron nuevamente a casa, un poco
tristes al no poder servir como testigos.
Pero los ladrones regresaron y luego de robar en otra
casa, se fueron caminando seguidos silenciosamente y muy de cerca por Robusto y
Tristón, hasta que entraron a un edificio.
- Entremos - dijo Tristón -
- No creo que podamos. La cerradura es de seguridad,
doble traba, accionamiento automático; además la puerta tiene un cierre...
-Robusto, la puerta está abierta. ¿No ves que se
robaron la cerradura?
- Cierto. Entremos.
Llegaron a una especie de hall con puertas en ambos
lados. Robusto mirando atentamente el lugar sugirió:
-Creo que por aquí están escondidos. Es más, las
evidencias del caso muestran que sólo en la planta baja pueden tener su refugio
estos malhechores. ¿No crees Tristón?
-No, Robusto. Las únicas puertas que hay son las de
los ascensores. Si te fijas bien, hay uno parado en el 5º, lo que indica que
subieron allí.
-Lo dicho, subamos.
Y de inmediato tomaron el ascensor hasta el 5º piso,
donde habían otros cinco departamentos más.
-¿Cual de ellos será Tristón?
-No lo sé. Olfateá sus huellas, capaz que encontrás
algo. Es tu oficio.
-Sinf, sinf..
-Se dice "Snif, snif".
-No me corrijas. Mira, mi infalible olfato me indica
que es éste.
-¿Seguro?
-¡Segurísimo!
¡No puede haber otro!
Y
de repente, quizás alertado por el ruido o los snif-snifes de Robusto, uno de
los ladrones salió a ver que pasaba y se encontró cara a cola con nuestros
amigos. Imagínense la sorpresa del ladrón al ver un buitre en el lomo de un perro
en una situación de lo más extraña.
-Rinconillo, ven, mira. ¿Que harán aquí estos?
-¿Que pasa Cortadete?
-Mirá lo que acabo de encontrar. ¿No es raro?
-Pues si que lo es, y mucho. Tráelos adentro. Quizás
sean espías o robots espías o qué sé yo, pero traelos. Y tanto Robusto como
Tristón fueron invitados a pasar al departamento, bajo el cargo de sospechosos
de algo. Al principio se miraron unos a otros sin saber que hacer hasta que
Cortadete cerró la puerta.
-¡Uuuyyy! ¡Que
portazo! ¡A ver si se les cae la puerta!
Y de repente ¡Pum! La puerta se cayó al piso.
-¡Tonto! ¡Se te olvidó poner los tornillos!
-¡Pero si se los robaron ayer, jefe!
-¡No importa!
¡A ver ustedes, digan que estaban haciendo!
- ¡Ejem! En
realidad, estábamos esperando el colectivo.
-¿Dentro del edificio?
-¿Y en el 5º piso?
- No sabíamos que había cambiado de parada.
-¡Quedan arrestados en nombre de la ley!
-Cortadete, nosotros no somos la ley.
- Bueh, un error lo tiene cualquiera.
-
No te preocupes amigo Tristón. No podrán hacernos daño.
Y mientras un ladrón ataba a Robusto, otro sostenía a
Tristón.
-Haz un buen matambre de perro, porque eso de
espiarnos está muy mal.
-¡Y que lo digas Cortadete!
-¡Uuuyyy!, mirá si se les rompe la cuerda.
Entonces, para sorpresa de Rinconillo y Cortadete, la
cuerda se hizo mil pedazos al estornudar Robusto, ocasión que aprovechó Tristón
para salvarse y volar hacia una lámpara que colgaba del techo.
-¡Uuuyyy! Nomás
falta que se caiga esto en la cabeza de alguien.
Y seguidamente ¡Paf!, la lámpara dio de lleno en la
cabeza del ladrón, el cual quedó bastante aturdido que digamos.
-¡Uuuyyy! Lo
único que falta es que se caiga la otra.
¡Paf! La
segunda lámpara también cayó sobre el pobre Rinconillo.
-Estoy seguro Tristón, que después de esto, nos
dejarán salir.
-¡Esos tienen la culpa! - gritó Cortadete-
¡Encerrémoslos en el baño y matémoslos!
-¡Nos van a matar Robusto, y el caso es que todavía no
entiendo por que!
-No te preocupes, no se atreverán.
Rinconillo les apuntó con una escopeta, y antes de
disparar dijo:
-¡Digan
sus últimas palabras, porque van a morir por esto!
-¡Uuuyyy! ¡No
diga eso! ¡Mire que se le puede reventar
la escopeta!
-¡Ya tuve demasiada paciencia con ustedes! ¡Fuego!
Y al accionar el gatillo, la escopeta le explotó en
plena cara.
-¿Que fue eso?
-preguntó Cortadete-
-¡Nada! ¡Sólo
fue tu maldita escopeta que reventó!
-¡Uuuyyy!
Seguro que con el ruido, alguien llamó a la policía.
-No mi querido Tristón, aquí nadie puede oírnos.
-¡Alto en nombre de la ley! ¡Somos la policía!
-¡Nos salvamos, Cortadete, nos salvamos!
Y de inmediato entró la policía llevándose bien
esposados y sujetos a Rinconillo y Cortadete, quienes se lo agradecieron y
además les pidieron protección. Robusto y Tristón fueron llamados a declarar a
los tribunales en carácter de testigos, y la paz volvió al barrio, donde
nuestros amigos siguieron juntos correteando y jugando lo más tranquilos.
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Feito José Ezequiel
Balcarce
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