11/11/15

PREMIO NACIONAL "MARÍA ISABEL PLORUTTI" 2015 CUENTOS Y RELATOS PARA NIÑOS

PLANETA ROJO, PLANETA AZUL




Hace eso de cincuenta millones de años, Marte era un buen lugar para vivir. El planeta tenía una atmósfera liviana y púrpura, el clima era templado, lagos naturales y canales artificiales decoraban la superficie del planeta rojo. Aunque los marcianos llevaban una vida agradable y tranquila en su hogar, a veces se sentían un poco solos en un universo tan grande. Como habían desarrollado una tecnología bastante sofisticada y podían moverse con cierta facilidad de un planeta a otro del sistema solar, cada tanto exploraban planetas, lunas y asteroides con la esperanza de encontrar otros seres inteligentes con los cuales poder hablar. En pocas palabras, los marcianos buscaban un amigo cósmico.
El lugar donde tenían más esperanzas de encontrar otra sociedad inteligente era en una de las lunas de Júpiter. La luna se llama Pirupipatita en honor a una de las cincuenta princesas marcianas. Desafortunadamente, un cometa se estrelló contra Pirupipatita y la luna joviana estalló en miles de fragmentos cósmicos que ahora orbitan entre Júpiter y Marte. Lo peor de todo fue que ese accidente planetario afectó el clima en Marte. En poco tiempo, la fina atmósfera purpurea se evaporó, los lagos y los canales se secaron y la superficie de Marte se convirtió en un desierto seco. Los marcianos tuvieron que mudarse al centro del planeta, donde todavía viven, en magníficas colmenas subterráneas de metal y cristal.
Perdida Pirupipatita, las esperanzas marcianas se volvieron hacia la Tierra, un planeta azul que por entonces dominaban los gigantescos reptiles. Los marcianos sabían que los dinosaurios nunca serían tan inteligentes como ellos, pero observaban el comportamiento de unos pequeños mamíferos con esperanza de que evolucionaran hacia formas de vida más inteligentes. El Consejo Marciano decidió que una nave exploratoria visitaría el planeta Tierra una vez cada millón de años para ver cómo les estaba yendo a los mamíferos.
En sus primeras visitas, los marcianos notaron progresos importantes y tenían grandes esperanzas en el desarrollo de inteligencia extramarciana en la Tierra. Pero no pudieron creer lo que encontraron en su última visita, hace sólo un par de semanas. Los animales más tontos del planeta Tierra los monos habían tomado el control del mundo, y sus mamíferos preferidos los delfines no habían podido hacer nada para evitarlo.
Los marcianos estaban tan decepcionados que querían volver pronto al hogar, pero no sin antes despedirse de los delfines. La nave marciana sobrevoló invisible las enormes ciudades de concreto y alquitrán. Al llegar al océano, hizo un vuelo lento y rasante sobre la superficie del mar. Para su sorpresa, cientos ¡miles! de delfines surgieron de las profundidades del mar y empezaron a seguir la nave, nadando veloces como torpedos. Era un espectáculo magnífico. Y todo el tiempo, los delfines decían iii-ii-iii, iii-ii-iii, que significa “Hola, ¿cómo estás? Me alegro de verte”, en el idioma delfinés.
Al igual que los marcianos, los delfines también estaban contentos de encontrar amigos cósmicos tan inteligentes y buenos como ellos, pero como habían estado tan felices en el mar nunca se habían molestado en construir naves, o en construir nada en verdad. Los delfines seguían con su fiesta acuática de juegos, saltos y piruetas sobre el agua cuando la nave marciana dibujó un gran círculo en el cielo del planeta azul antes de partir rumbo al centro del planeta rojo con una gran noticia: el inicio de una gran amistad.


Gabriel Ybarra

Villa Ballester- Buenos Aires

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