UN ASUNTO URGENTE
Imagínense un suelo de pastos verdes, de muchos
verdes, de esos que aparecen en las cajas de
48 lápices de colores.
Árboles y de fondo un cielo brillante con cositas que vuelan, de
esas que se ven cuando miras la nada del aire.
Justamente allí, debajo de un árbol, conversaban una
tortuga y un pato. Raro, sí, porque normalmente los animales de diferentes
especies no suelen comunicarse. Pero el asunto era urgente: Un pichón se había
caído del nido. “¿Cómo ayudarlo?”
La tortuga apenas podía empujarlo lentamente con su
cabeza para ponerlo de pie.
El pato batía sus alas para darle aire.
Desde arriba una lechuza gorda opinaba con un: “no, no, no “, meneando la cabeza.
“Necesitamos llegar más alto” -pensaron- mientras se
iba acercando una vaca casi tan cuadrada como una mesa.
Se acomodó la vaca, arriba la tortuga, sobre su
caparazón el pato…y así iban subiendo…
”Necesitamos llegar más alto” -pensaron- Entonces un
ratón se arrimó y rápido como una serpentina se trepó hasta el pato.
“Ya casi estamos, pero necesitamos llegar más alto”
-pensaron. Ahí nomás apareció una cucaracha de esas grandotas pelirrojas. Subió
haciéndole cosquillas con las patas a los de abajo, hasta pararse en la punta de
la nariz del ratón.
Todos cuidando el equilibrio se aguantaban el calor,
los apretujones y las ganas de reírse. Pero, “necesitamos llegar más alto”-pensaron.
Tocando la trompeta, un mosquito zancudo con las patas
más largas que su propio cuerpo llegó y se posó sobre las antenas de la
cucaracha.
Ahora si estaban a la altura del nido, pero adentro no
se veía a nadie. Seguramente su madre habría salido para conseguir comida.
Guiados por la lechuza, guardando la postura y sin
moverse demasiado, buscaron como pasar al pollito de mano en mano, o, de pata
en pata.
Que un poco a la derecha, que un poquito para acá y otro para allá… ojito
no lo pisen, cuidado con las alitas, no tironeen que le duele…y así, terminaron todos desparramados
como una torre de cartas que las
atropella el viento.
El pichón piaba en el centro, pero como todavía era lenguaje de bebé, no se entendía bien si
se estaba riendo, hambriento, enojado o con sueño.
Ahí entonces empezó el debate, raro, sí, porque entre
diferentes especies no suelen comunicarse. Pero el asunto era urgente.
Al final, con respecto al polluelo no llegaron a
ninguna conclusión, aunque, ¡la pasaron bárbaro!, un tema lleva al otro y....
hasta anécdotas compartieron.
De repente la lechuza dijo:
-¡Shhh!
La
mamá pájaro estaba en el árbol, con una pasta en el pico, observándolo todo. Dejó
el alimento a un costado del nido, aclaró
su garganta y cantando dijo:
-“Carlitos, subí.”-Y ahí nomás el pequeño, moviendo
las plumas desprolijamente pero al vuelo, subió y se acomodó en su sitio.
Los demás animales
lo siguieron con mirada de hinchada que espera el último gol para ganar
el partido, pero en silencio –porque es raro que siendo de diferentes especies
se comuniquen- y se fueron como llegaron, cada uno para su lado.
Y colorín,
colorado… (Igual que los tomates o como nos queda cuando nos raspamos) este
cuento se ha terminado.
Silvia N.
Martínez
Ciudad de Buenos Aires
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