3/5/17

PREMIO NACIONAL MARÍA ISABEL PLORUTTI

DOCE LUNAS INVISIBLES

 

DOCE LUNAS INVISIBLES
(5 a 8 años)


Un día se reunieron las doce lunas, cansadas y aburridas de dar vueltas siempre alrededor de la tierra, para tratar de alegrar un poco sus vidas, con algo de aventura.
Claro que la luna, luna, es una sola, pero ellas decidieron que según el mes se iban a llamar : Luna de Playa, Luna de Arena, Luna Aplicada, Luna de Pascua, Luna de Lana, Luna del Viento, Luna Helada, Luna Solcito, Luna Florida, Luna Verde, Luna Egresada y Luna Navideña.
Muy felices con sus nombres, se rieron y repitieron cómo se llamaban, para no equivocarse.
De pronto Luna de Playa, se quedó pensativa y en silencio. Las demás la observaron con curiosidad.
-¿Pasa algo?- preguntó Luna Egresada.
-Recuerden que estamos, a la vez, en el hemisferio sur y el norte y que en uno es invierno y en el otro verano y…mucho, mucho, los nombres no coinciden- dijo.
- Pero acá no hay estaciones, son todos los días iguales y con temperatura igual- razonó Luna Solcito.
-¡Listo! ¡No se hable más del asunto!- Luna Florida, que era muy decidida, ya estaba preparada para salir de gira.
Saludó a sus hermanas, subió a su moto espacial y raudamente se perdió en el cielo. Y anduvo y anduvo y realmente se perdió. ¿Y qué hizo Luna Florida?
Luna Florida… ¡investigó! Vio algo que brillaba muchísimo y se encaminó hacia allí. A medida que se acercaba se dio cuenta, por lo que le habían contado, que eso era un planeta que se llamaba Mercurio. No recordaba muy bien, qué le habían dicho, pero ella veía que tenía muchos agujeros, como un queso gruyere, y decidió entrar en uno.
-¡Me ahogo! ¡Qué calor!- gritaba asustada e intentaba salir por otro de los agujeros y del susto se acordó todo:¡ Mercurio está tan cerca del sol que todo se derrite! Con la moto medio chamuscada, aceleró y se alejó lo más que le dio la velocidad.
Bastante cerca vio una cara preciosa, con un moño en su cabeza, que se reía a carcajadas y le brillaban los dientes.
Intentó acercarse un poco más, pero el calor era aún más intenso que en Mercurio.
-¿Cómo te llamás?- preguntó amigablemente, pero a cierta distancia.
- Soy el Lucero del Alba y me llamo Venus- le contestó la cara bonita.
-¡ Tenés hermanos y amigos?- dijo Luna Florida.
-¡Nooo! Disfruto estando solo, los curiosos me fastidian, les mando tanto calor, que antes de derretirse se tienen que ir.
-¿Me estás echando?- se asombró Luna Florida.
-¡Por supuesto!...¡Adiós!- Venus se acomodó el moño y se fue dando pequeñas vueltas.
-¡Qué desconsiderado y antipático!- enojada Luna Florida vio una pelotita  roja, que parecía una naranja, un poco grande, eso es cierto.
Luna Florida se acercó despacio, tenía miedo de quemarse como con los otros.
-¿Hola? ¿Hay alguien por acá?- y como nadie le contestó, se animó a tocarla con su vehículo espacial e inmediatamente se levantó un polvo grisáceo. Avanzó  con su nave y grande fue su sorpresa cuando vio un gran cohete, con muchas patas y brazos metálicos, que estaba trabajando febrilmente rascando la superficie y fotografiando lo que extraía.
-¡Atención, atención, intrusos al frente, prepararse para el ataque!- miles  de botones rojos, azules y amarillos se encendieron en la nave, repitiendo el mensaje.
 Luna Florida no lo dudó un instante, aceleró su auto-nave, puso en funcionamiento el GPS y muy, pero muy asustada decidió volver a su casa , recordando que en esas galaxias a Marte le decían el planeta rojo y que algunos investigadores habían instalado satélites, para saber si allí había agua y vida.
-¡Basta por hoy de sustos!¡ Al fin  y al cabo en lugar de divertirme, casi muero de miedo!- se dijo para si.
Con  gran alboroto las otras lunas la recibieron y ella exaltada empezó a contar sus aventuras y habló y habló tanto, pero tanto, que de a poco las lunas se fueron durmiendo y se hicieron casi, casi invisibles.
Primero se durmió Luna de Playa, bostezando cansada, a su lado Luna de Arena cabeceó y cerró los ojos. Después fue  Luna Aplicada y luego todas las demás.
Luna Florida se quedó afónica de hablar y estaba tan excitada que no se dio cuenta que no había nadie escuchando, porque todas, pero todas las lunas habían desaparecido con el sueño.
Y así volvió a estar sola, como la verdadera luna que da vueltas alrededor de la tierra, pero nunca más se aburrió, porque se acordaba de sus aventuras y se reía hasta que le dolía la panza y cuando miraba hacia Mercurio lo saludaba con una sonrisa, pero cuando veía a Venus, se ponía algo triste y no sonreía porque él no había querido ser su amigo.

Elisabet Duzdevich
PERGAMINO
Buenos Aires



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