DOCE LUNAS INVISIBLES
DOCE
LUNAS INVISIBLES
(5 a
8 años)
Un
día se reunieron las doce lunas, cansadas y aburridas de dar vueltas siempre
alrededor de la tierra, para tratar de alegrar un poco sus vidas, con algo de
aventura.
Claro
que la luna, luna, es una sola, pero ellas decidieron que según el mes se iban
a llamar : Luna de Playa, Luna de Arena, Luna Aplicada, Luna de Pascua, Luna de
Lana, Luna del Viento, Luna Helada, Luna Solcito, Luna Florida, Luna Verde,
Luna Egresada y Luna Navideña.
Muy
felices con sus nombres, se rieron y repitieron cómo se llamaban, para no
equivocarse.
De
pronto Luna de Playa, se quedó pensativa y en silencio. Las demás la observaron
con curiosidad.
-¿Pasa
algo?- preguntó Luna Egresada.
-Recuerden
que estamos, a la vez, en el hemisferio sur y el norte y que en uno es invierno
y en el otro verano y…mucho, mucho, los nombres no coinciden- dijo.
-
Pero acá no hay estaciones, son todos los días iguales y con temperatura igual-
razonó Luna Solcito.
-¡Listo!
¡No se hable más del asunto!- Luna Florida, que era muy decidida, ya estaba
preparada para salir de gira.
Saludó
a sus hermanas, subió a su moto espacial y raudamente se perdió en el cielo. Y
anduvo y anduvo y realmente se perdió. ¿Y qué hizo Luna Florida?
Luna
Florida… ¡investigó! Vio algo que brillaba muchísimo y se encaminó hacia allí.
A medida que se acercaba se dio cuenta, por lo que le habían contado, que eso
era un planeta que se llamaba Mercurio. No recordaba muy bien, qué le habían
dicho, pero ella veía que tenía muchos agujeros, como un queso gruyere, y
decidió entrar en uno.
-¡Me
ahogo! ¡Qué calor!- gritaba asustada e intentaba salir por otro de los agujeros
y del susto se acordó todo:¡ Mercurio está tan cerca del sol que todo se
derrite! Con la moto medio chamuscada, aceleró y se alejó lo más que le dio la
velocidad.
Bastante
cerca vio una cara preciosa, con un moño en su cabeza, que se reía a carcajadas
y le brillaban los dientes.
Intentó
acercarse un poco más, pero el calor era aún más intenso que en Mercurio.
-¿Cómo
te llamás?- preguntó amigablemente, pero a cierta distancia.
-
Soy el Lucero del Alba y me llamo Venus- le contestó la cara bonita.
-¡
Tenés hermanos y amigos?- dijo Luna Florida.
-¡Nooo!
Disfruto estando solo, los curiosos me fastidian, les mando tanto calor, que
antes de derretirse se tienen que ir.
-¿Me
estás echando?- se asombró Luna Florida.
-¡Por
supuesto!...¡Adiós!- Venus se acomodó el moño y se fue dando pequeñas vueltas.
-¡Qué
desconsiderado y antipático!- enojada Luna Florida vio una pelotita roja, que parecía una naranja, un poco
grande, eso es cierto.
Luna
Florida se acercó despacio, tenía miedo de quemarse como con los otros.
-¿Hola?
¿Hay alguien por acá?- y como nadie le contestó, se animó a tocarla con su
vehículo espacial e inmediatamente se levantó un polvo grisáceo. Avanzó con su nave y grande fue su sorpresa cuando
vio un gran cohete, con muchas patas y brazos metálicos, que estaba trabajando
febrilmente rascando la superficie y fotografiando lo que extraía.
-¡Atención,
atención, intrusos al frente, prepararse para el ataque!- miles de botones rojos, azules y amarillos se
encendieron en la nave, repitiendo el mensaje.
Luna Florida no lo dudó un instante, aceleró
su auto-nave, puso en funcionamiento el GPS y muy, pero muy asustada decidió
volver a su casa , recordando que en esas galaxias a Marte le decían el planeta
rojo y que algunos investigadores habían instalado satélites, para saber si
allí había agua y vida.
-¡Basta
por hoy de sustos!¡ Al fin y al cabo en
lugar de divertirme, casi muero de miedo!- se dijo para si.
Con gran alboroto las otras lunas la recibieron y
ella exaltada empezó a contar sus aventuras y habló y habló tanto, pero tanto,
que de a poco las lunas se fueron durmiendo y se hicieron casi, casi
invisibles.
Primero
se durmió Luna de Playa, bostezando cansada, a su lado Luna de Arena cabeceó y
cerró los ojos. Después fue Luna
Aplicada y luego todas las demás.
Luna
Florida se quedó afónica de hablar y estaba tan excitada que no se dio cuenta
que no había nadie escuchando, porque todas, pero todas las lunas habían
desaparecido con el sueño.
Y así
volvió a estar sola, como la verdadera luna que da vueltas alrededor de la
tierra, pero nunca más se aburrió, porque se acordaba de sus aventuras y se
reía hasta que le dolía la panza y cuando miraba hacia Mercurio lo saludaba con
una sonrisa, pero cuando veía a Venus, se ponía algo triste y no sonreía porque
él no había querido ser su amigo.
Elisabet
Duzdevich
PERGAMINO
Buenos Aires
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