EL VESTIDO AZUL
EL VESTIDO AZUL
Era viernes al mediodía, y
en esa callecita suburbana, en medio de un barrio de casas simples, el chalet
donde ahora vive Aldana se destaca por los detalles de construcción con que sus
papás pudieron mejorarlo, antes de la mudanza.
A los ojos de los chicos de
la cuadra, parece una pequeña mansión por las piedras con que recubrieron el
frente, el brillo de las tejas recién cambiadas y las rejas tan firmes y altas
con que cercaron el predio.
No imaginaban quiénes
vendrían a vivir pero, si había algún chico o chica, suponían que no iba jugar
con ellos en la calle…
Sin embargo…, contra todos
sus cálculos, cuando vieron aparecer, unos meses atrás, una chica de grandes
ojos oscuros, vestida con unos jeans como los de ellos y que los saludó con una
sonrisa franca, sintieron que podían contar con una amiga más.
El grupo de chicas _ unas
cuatro o cinco, de edades parecidas _ salían a jugar a la tarde temprano. Los
padres las dejaban: casi no pasaban autos y el barrio era tranquilo…
La más amiga de Aldana es
Jessi.
Esa tarde, Aldana, con sus
grandes bucles castaños alrededor de su cara pequeña, terminaba de hacer los
deberes, en el comedor diario, casi al fondo de la casa.
En eso, tocan el timbre:
_ Aldana, ¿sabés que
Marcelo me invitó a su fiesta de cumpleaños! _ le dijo muy contenta su mejor
amiga.
_ ¡Qué bueno, Jessi! Justo
el chico que te gusta, ¿vas a ir, no ?
Jessi se quedó callada
porque, en realidad, no estaba muy segura de poder ir pero se sintió feliz
porque la habían invitado.
_ Tenés que ir, Jessi. ¡Va
a estar re-lindo! _ insistió Aldana.
_ No sé...Le dije a mamá,
pero... queda un poco lejos y tengo que llevar un regalo...Además, no sé... _ y
su amiga se quedó callada, como sin animarse a decir toda la verdad que, por
otra parte, Aldana ya conocía: el papá de Jessi había quedado sin trabajo… y,
claro, empezaba a sentirse la falta de dinero.
_ Bueno, no te preocupes.
Ya se nos va a ocurrir algo… ¿Vamos a
llamar mientras a las otras chicas y jugamos un “quemado”?
Enseguida guardó todas las
carpetas del colegio y con el permiso de la Abu , organizó el juego en la calle y logró
que su amiga jugara feliz pero, después de un rato, dijo:
_ ¡Pido, pido! Tengo que volver a casa. Abu me dijo que volviera antes de las
cinco. Chau, chicas, después las veo.
Aldana entró en su casa
como un vendaval. En la cocina estaba su
“Abu” pero sólo le dio un beso a las apuradas y voló a su cuarto. Allí empezó a
abrir uno después de otro todos los cajones de su cómoda. Abu, desde la puerta,
miraba sin entender qué pasaba. Veía que
Aldi sacaba pantalones y remeras y desparramaba todo por el piso.
Después de revolver casi
toda su ropa, al fin encontró lo que buscaba: el vestido de gasa azul que “su
abu preferida” le había regalado para el último cumpleaños.
Se lo puso sobre el cuerpo
y se miró en el espejo.
_ Sí, le va a ir bien _
dijo en voz alta.
Pero… ahora faltaba la
plata para que Jessi pudiera llevarle un regalo a Marcelo y para que alguien de
su casa pudiera ir a buscarla al terminar la fiesta.
_ ¡Ya sé! _ dijo feliz.
Enseguida se agachó para buscar algo debajo de la cama.
Allí guarda Aldi su lata-alcancía, la que casi todos los días engrosa
con los premios que Abu le da por las buenas notas de la escuela... Puso un par
de billetes de cinco pesos en el monedero rojo con cintitas azules y luego
acomodó todo en la mochila con forma de oso que le regalaron para su último
cumpleaños.
En eso entró su mamá, que
volvía del trabajo y, bastante enojada, la rezongó:
_ Aldana, ¿qué locura te
agarró?, ¿qué es semejante desorden?, ¿me podés explicar qué significa todo
esto?
_ Sí, mamá, ¡no te
preocupes!; enseguida ordeno todo, te lo prometo. Lo que pasa es que Jessi
tiene una fiesta muy importante y no va a ir porque no tiene qué ponerse. Por eso el lío. Pero no te preocupes que ya vuelvo enseguida.
Fue inútil querer
retenerla.
_ ¡Ya vengo, má! _ gritó,
mientras corría rumbo a la casa de su amiga.
Desde la puerta de la casa,
Má y Abu se miraron sorprendidas pero orgullosas…
_ Si los adultos pudiéramos
contagiarnos un poco… ¡qué bueno sería, ¿no?! _ dijo Abu, pensativa. Y una lágrima _ mezcla de alegría y de
emoción _ le mojó la mejilla.
Cecilia
María Labanca
Martín Coronado, Bs. As.
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