3/5/17

PREMIO NACIONAL MARÍA ISABEL PLORUTTI

EL VESTIDO AZUL

EL VESTIDO AZUL

Era viernes al mediodía, y en esa callecita suburbana, en medio de un barrio de casas simples, el chalet donde ahora vive Aldana se destaca por los detalles de construcción con que sus papás pudieron mejorarlo, antes de la mudanza.
A los ojos de los chicos de la cuadra, parece una pequeña mansión por las piedras con que recubrieron el frente, el brillo de las tejas recién cambiadas y las rejas tan firmes y altas con que cercaron el predio.
No imaginaban quiénes vendrían a vivir pero, si había algún chico o chica, suponían que no iba jugar con ellos en la calle…
Sin embargo…, contra todos sus cálculos, cuando vieron aparecer, unos meses atrás, una chica de grandes ojos oscuros, vestida con unos jeans como los de ellos y que los saludó con una sonrisa franca, sintieron que podían contar con una amiga más.
El grupo de chicas _ unas cuatro o cinco, de edades parecidas _ salían a jugar a la tarde temprano. Los padres las dejaban: casi no pasaban autos y el barrio era tranquilo…
La más amiga de Aldana es Jessi.
Esa tarde, Aldana, con sus grandes bucles castaños alrededor de su cara pequeña, terminaba de hacer los deberes, en el comedor diario, casi al fondo de la casa.
En eso, tocan el timbre:
_ Aldana, ¿sabés que Marcelo me invitó a su fiesta de cumpleaños! _ le dijo muy contenta su mejor amiga.
_ ¡Qué bueno, Jessi! Justo el chico que te gusta, ¿vas a ir, no ?
Jessi se quedó callada porque, en realidad, no estaba muy segura de poder ir pero se sintió feliz porque la habían invitado.
_ Tenés que ir, Jessi. ¡Va a estar re-lindo! _ insistió Aldana.
_ No sé...Le dije a mamá, pero... queda un poco lejos y tengo que llevar un regalo...Además, no sé... _ y su amiga se quedó callada, como sin animarse a decir toda la verdad que, por otra parte, Aldana ya conocía: el papá de Jessi había quedado sin trabajo… y, claro, empezaba a sentirse la falta de dinero.
_ Bueno, no te preocupes. Ya se nos va a ocurrir algo…  ¿Vamos a llamar mientras a las otras chicas y jugamos un “quemado”?
Enseguida guardó todas las carpetas del colegio y con el permiso de la Abu, organizó el juego en la calle y logró que su amiga jugara feliz pero, después de un rato, dijo:
_ ¡Pido, pido!  Tengo que volver a casa.  Abu me dijo que volviera antes de las cinco.  Chau, chicas, después las veo.
Aldana entró en su casa como un vendaval.  En la cocina estaba su “Abu” pero sólo le dio un beso a las apuradas y voló a su cuarto. Allí empezó a abrir uno después de otro todos los cajones de su cómoda. Abu, desde la puerta, miraba sin entender qué pasaba.  Veía que Aldi sacaba pantalones y remeras y desparramaba todo por el piso. 
Después de revolver casi toda su ropa, al fin encontró lo que buscaba: el vestido de gasa azul que “su abu preferida” le había regalado para el último cumpleaños.
Se lo puso sobre el cuerpo y se miró en el espejo. 
_ Sí, le va a ir bien _ dijo en voz alta.
Pero… ahora faltaba la plata para que Jessi pudiera llevarle un regalo a Marcelo y para que alguien de su casa pudiera ir a buscarla al terminar la fiesta.
_ ¡Ya sé! _ dijo feliz. Enseguida se agachó para buscar algo debajo de la cama.
Allí guarda Aldi su lata-alcancía, la que casi todos los días engrosa con los premios que Abu le da por las buenas notas de la escuela... Puso un par de billetes de cinco pesos en el monedero rojo con cintitas azules y luego acomodó todo en la mochila con forma de oso que le regalaron para su último cumpleaños.
En eso entró su mamá, que volvía del trabajo y, bastante enojada, la rezongó:
_ Aldana, ¿qué locura te agarró?, ¿qué es semejante desorden?, ¿me podés explicar qué significa todo esto?
_ Sí, mamá, ¡no te preocupes!; enseguida ordeno todo, te lo prometo. Lo que pasa es que Jessi tiene una fiesta muy importante y no va a ir porque no tiene qué ponerse.  Por eso el lío.  Pero no te preocupes que ya vuelvo enseguida.
Fue inútil querer retenerla.
_ ¡Ya vengo, má! _ gritó, mientras corría rumbo a la casa de su amiga.
Desde la puerta de la casa, Má y Abu se miraron sorprendidas pero orgullosas…
_ Si los adultos pudiéramos contagiarnos un poco… ¡qué bueno sería, ¿no?! _ dijo Abu, pensativa.  Y una lágrima _ mezcla de alegría y de emoción _ le mojó la mejilla.
 Cecilia María Labanca
Martín Coronado, Bs. As.

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