cuando observas el curso de mi vida.
Muchas veces el rumbo de ese vuelo
se alejó de la senda que tejiste.
Sin embargo volví a vos, porque anhelaba
la segura calidez de tu energía.
Es eterna y es genuina tu presencia
prolongada en los hijos de mis hijos.
¿Podrán ellos saber de cuánta magia
vos sembraste en los días de mi infancia?
Es la misma inocencia de otro siglo
que conservara la madre de tu madre.
Soy la niña caminando de tu mano
los jardines del saber y la aventura.
Soy la niña pequeña en tu ternura.
Soy la simple mujer que te ama tanto.
Y quería decirlo antes que el llanto
me arrebate, entre recuerdos, la dulzura.
Eva Lucero de Ortega
No estás, madre, para leerme, pero estás volviendo en cada una de mis nietas,
como vuelve cada día a mi vida el recuerdo de tu madre.
Octubre de 2011
Precioso recuerdo Eva.! Que cierto es eso de que se prolongan en los hijos o los nietos. En mi caso Ma.
ResponderEliminardel Carmen, es lo mas parecido a su
abuela, o sea mi madre.
Si entras en el blog...veras que yo
escribi de alguna manera algo similar...!
ETELVINA
Felicitaciones Eva. Tu poema tan sentido y tan bien expresado ha hecho caer una lagrimita sobre mi teclado. Bendiciones.
ResponderEliminarElsa Lorences de Llaneza